El sicólogo Santiago Corro Molas declaró que el consumo de alcohol se viene incrementando en La Pampa, una tendencia que lleva unos quince años. “Hay niños de siete años que toman alcohol”, advirtió. La problemática, sostuvo, está aún más acentuada en los pueblos.
El profesional de la salud comentó que uno de los aspectos que se modificó, respecto de años anteriores, es que ahora existe cierta conciencia colectiva de los estragos que va generando en lo social y familiar el consumo abusivo de alcohol. “En el tránsito, por ejemplo, lo que se advierte es que ahora es más cotidiano que se detecten conductores alcoholizados”.
Sobre este tema, opinó que los operativos preventivos, además de la cuestión de la aplicación de multas a infractores, deberían generar educación para que se entienda que no se debe conducir si uno ha bebido sustancias alcohólicas.
Puntualizó que es “mucho más habitual” el consumo de alcohol en los jóvenes de 16 a 30 años. No obstante, aclaró que eso no quiere decir que personas de más edad no consuman, aunque sí que en esa franja etaria existe un grado de responsabilidad un poco mayor.
Corro Molas, quien dirige el programa terapéutico para el tratamiento de adicciones Guadalupe, reveló que el índice de alcoholismo se nota mucho más en los pueblos pampeanos, donde la problemática es más grave. Atribuyó la situación a cuestiones sociales, familiares y culturales. “En comunidades pequeñas del interior provincial existe una sumatoria de cosas que hacen que esté naturalizado el hecho de tomar. En esos lugares no está mal y todo el mundo puede beber: no hay controles suficientes ni conciencia colectiva”, declaró a Noticiero 3.
La edad de inicio en el alcoholismo es algo que también preocupa. El especialista recordó que si bien hace unos años los adolescentes comenzaban a salir a bailar a los 14 ó 15 años ahora hacen “la previa” a los 11 años o se juntan en las plazas a tomar cerveza o vino. “No sé si hay que trabajar desde un lugar más restrictivo con la policía porque entiendo que es una cuestión de los padres”, analizó.
Recomendó generar una red que tienda a la familia y que permita que los padres comiencen a poner límites. “Son ellos los facilitadores, en muchos casos, de los lugares de encuentro de los chicos. Son los que proveen las bebidas, los que les dan dinero para que las compren y los que no controlan o limitan”, añadió.
“Hay niños de 7, 8 y 10 años que toman alcohol en La Pampa. Vemos a muchos chiquitos en la calle dando vueltas y tomando algo. Ese panorama es muy habitual en los barrios, en las esquinas», dijo. «El drama del alcohol es que es de venta libre porque, más allá de las restricciones, no todos respetan el hecho de no venderle a menores de 18 años”.
Explicó que el abuso del alcohol produce falta de conciencia de uno mismo y por ende del resto. “Cuando uno no importa, el resto importa menos y ese el gran problema que tenemos”, aseguró.
Corro Molas aludió a la autoestima del alcohólico, que generalmente está deteriorada. “Una persona que debe tomar un vasito de vino cuanto se levanta para iniciar su día distinto habla de una imposibilidad para poner límites a determinadas cuestiones que ya las tiene incorporadas”.
“Todo –siguió- lo que tiene que ver con la autoestima, la imagen de sí mismo y la propia valoración muchas veces está unido a determinadas cosas que uno no pudo resolver durante años. Le puede echar la culpa a la sociedad, familia, amigos pero por lo general es una cuestión personal que el paciente debe saber resolver y trabajar para poder generar el cambio”, concluyó.