Al menos 80 heridos y 183 detenidos es el saldo de una verdadera batalla campal entre la policía y los «Chalecos amarillos» que tomaron el Arco de Triunfo y montaron barricadas en varios barrios del centro de París, en la tercera semana de protestas contra el alza de los combustibles y el costo de vida en Francia.
Para los analistas, estas protestas son el mayor reto para el presidente Macron en los 18 meses que lleva de gobierno.
Las manifestaciones, que nacieron espontáneamente y fueron convocadas a través de las redes sociales, surgieron luego de que se anunciara el alza en el precio del combustible a partir del primero de enero de 2019.
Pero la inconformidad de los franceses va más allá del precio de la gasolina. Los sindicatos se sumaron a las protestas para exigir otra serie de cambios. El incremento del salario mínimo, el aumento de las garantías mínimas sociales y las pensiones o la prima para los transportadores, son algunos de los temas que han reivindicado los sindicalistas.
En la tarde del viernes, cuando el primer ministro Edouard Philippe habló con la prensa, reconoció que uno de los temas que había tratado con el representante de los ‘chalecos amarillos’ había sido el costo de la vida, un asunto que ha estado en boca desde todos los sectores de la protesta.
Pero las negociaciones no han avanzado por la naturaleza del movimiento (que no tiene líderes y cuyos voceros solo cuentan con un respaldo parcial) y la percepción de que el gobierno no está dispuesto a ceder.
Esta semana, el primer ministro explicó a la televisión local que no levantarán el aumento a los combustibles, una medida anunciada por Macron para mitigar los impactos del calentamiento global y que es tradicional en Francia. Añadió que harán una evaluación trimestral sobre el precio en las materias primas y a partir de esa información tomarían la decisión de revertir o no la medida.
Un manifestante con chaleco amarillo le dijo a Reuters: “el gobierno no está escuchando. La revolución no puede suceder sin violencia”.