Una mujer que reside en Santa Rosa dice que está feliz de cumplir, por fin, la cuarentena obligatoria. «Viví un infierno», dice a Diario Textual. «Muchos hablan de ser solidarios, pero creo que no dimensionan que opinar de temas sin conocer, agrupando a todos en un mismo saco y deseando que tal o aquel se jodan, es no ser solidarios. Lo que hemos pasado no se lo deseo a nadie. A nadie», sostiene.
V. -quien pidió mantener en reserva su nombre, ante el temor por el señalamiento en las redes sociales- viajó con su pareja a Brasil antes de que el coronavirus fuera declarado pandemia. Cuando quisieron regresar, ya no pudieron: les cancelaron los viajes en avión y tuvieron que cruzar caminando la frontera por Puerto Iguazú. Allí quedaron varados varios días, hasta que pudieron viajar en micro a Retiro y, desde allí, a La Pampa. Pide no condenar y señalar a los que han viajado. «Fue un infierno. Lo que hemos pasado no se lo deseo a nadie. A nadie», dice.
Este es el mensaje de la pampeana que vivió una odisea:
Agradezco a Dios ya poder estar en cuarentena
No soy de escribir ni postear largos temas…pero quiero opinar en base al infierno vivido.
Muchos hablan de ser solidarios, pero creo que no dimensionan que opinar de temas sin conocer, agrupando a todos en un mismo saco y deseando que tal o aquel se jodan, es no ser solidarios. Lo que hemos pasado no se lo deseo a nadie. A nadie.
Soy el caso de quien viajo al exterior antes del comunicado del Gobierno, e incluso antes del comunicado de pandemia de la OMS, pero también, había mucha gente que estaba o está en el exterior por trabajo, o por lo que fuera, y no por estar en el exterior merece la muerte….
En mi caso particular, teníamos un vuelo comprado y programado para volver a la Argentina antes de los anuncios... El día del vuelo, el mismo salió, pero con otras personas, cosa que denota que se habían vendido nuestros pasajes más de una vez.
Hablamos con el cónsul, quien nos ayudó a buscar un hotel (que abonamos) y reprogramar el viaje para el otro día. Al otro día sucedió lo mismo. El vuelo pagado salió con otros, habían vuelto a cobrar el pasaje y alguien que pago más o vaya a saber qué, viajó nuevamente en nuestro lugar…
De allí comenzó un infierno. Pudimos llegar al aeropuerto de Campinas y luego al aeropuerto de Gaurulho. Dormimos noches tirados en el piso, intentando ver como volver.
Al segundo día de vivir en el aeropuerto, pude hablar con el cónsul de San Pablo, quien hizo una excelente gestión y nos enviaron sin cargo de nuevo a Campinas, a un vuelo que salía a la noche para Argentina. Al llegar, el vuelo fue nuevamente cancelado. No sabíamos qué hacer, no teníamos a quién acudir, estábamos hace 4 días durmiendo en aeropuertos junto con otros muchos argentinos. Con niños, embarazadas, mayores y varios casos…
Tuvimos un Dios y la aerolínea Azul nos alojó una noche. Nos dio comida y cama (ya en ese momento no se podía ni conseguir en Brasil por la veda). Al otro día volvimos al aeropuerto. Nos dijeron que se había cerrado frontera para la línea Azul. Sin embargo, otras aerolíneas, no solo argentinas, seguían ingresando y a precios siderales. Intentamos conseguir pasajes sin suerte. Era imposible viajar a esos montos. Pero si lo pagabas, parecía no importar el coronavirus.
Conseguimos llegar a Fox de Iguazú del lado brasilero y cruzar la frontera caminando. Allí los micros tardaban el llegar unos 3 días. La gente dormía esos días en el suelo. Si no te agarrabas corona, te agarrabas dengue, o cualquier peste peor porque estaba todo sucio y complicado.
Nos hicieron los test tres veces. Por suerte dio negativo, tuvimos más suerte aun que el único micro que llego tenia los últimos dos lugares y subimos pagando como todos los que subieron. Mucha gente quedó abajo. Viajamos con niños y sin agua encerrados 24 horas y hasta con un perro.
Llegamos custodiados a Retiro, donde allí nos trataron bastante mejor, nos volvieron a realizar test, y separaron a los de cuarentena en hotel y los de cuarentena en domicilio, según criterios médicos.
Por suerte y gracias a Dios y al consulado de San Pablo, estamos encerrados en cuarentena y sin salir ni a la ventana. Nunca creí desear tanto poder cumplir la cuarentena en un lugar seguro.
Vivimos momentos de angustia, tensión, ira, bronca, llanto, esperanza, desesperación y todo. Ahora tenemos que esperar…
Si somos solidarios, no hablemos ni condenemos sin saber. Mucha gente la está pasando mal. Muy mal. Demos ayuda, no nos matemos entre nosotros.