Osvaldo tiene 52 años, es de Berazategui y hace 10 años se vino a La Pampa por la inseguridad. Pinta, corta pasto y supo trabajar en seguridad privada. Hoy no tiene trabajo y se las rebusca vendiendo pan casero en las esquinas de Santa Rosa.
«En el semáforo del Ipav estoy hace un año y medio trabajando con el pan porque no tengo otra cosa. Vengo de lunes a sábado, con lluvia, sol, viento, frío y calor. Llego a las 12 y me voy cuando termino de vender toda la mercadería. Por día traigo unos 40 panes. Y los vendo a todos», cuenta con alegría Osvaldo a Diario Textual.
Su historia es la de muchas personas que changuean día tras día para llevar un plato de comida a su familia.
«Con la venta de panes vivo. Los hace otra persona y un grupo los vendemos en distintos semáforos: él se queda con $60 y a nosotros nos da $40. Nos da trabajo porque la mayoría que estamos en esto no tenemos», se lamenta.
Los vecinos y vecinas que a diario pasan por la esquina de Argentino Valle y Circunvalación ya lo conocen a Osvaldo, paran a comprarle y la mayoría de las veces le dejan propina.
«Compran un pan y me dejan algo más de los $100 pesos que cuesta. La verdad, no me puedo quejar», dice, agradecido.
La cuarentena por la pandemia del coronavirus fue un mazazo para Osvaldo y todos los que trabajan en la calle, de manera informal. De un día para el otro no pudo salir a vender y se complicó la situación.
«Fue muy duro. No tuve ninguna ayuda. Pude hacer alguna changuita para llevar algo a casa porque no tenía nada. Por suerte volvimos a trabajar ahora y por lo menos sacamos para sobrevivir», asegura.
«Le agradezco a La Pampa», agrega. «Allá (en Berazategui) te asaltan por un par de zapatillas, pero acá se vive de otra manera, con problemas como en todos lados, pero más tranquilo».