Dora Barrancos es investigadora, socióloga, historiadora y pionera feminista. También es un poco pampeana: nació en Jacinto Arauz, cuando era niña vivió en Rancul, en 2017 la UNLPam le otorgó el título de Profesora Honoraria. Diario Textual conversó con ella acerca de su infancia y de cuál sería el camino para que las mujeres de los pueblos se hagan fuertes en la defensa de sus derechos.
Por Ángeles Alemandi
Dora, la exploradora
A Dora Beatriz Barrancos la llamaron así por La Dora, aquel campo enjundioso que tenía su abuela Margarita Dalmas de Bonjour en Jacinto Arauz, donde nació. También dice que al nombre Beatriz lo tiene un poco soterrado, pero es la colonia donde su padre no sólo ejercía funciones como director de una escuela sino también defendía a las familias de sus alumnos de los desalojos rurales.
Enjundioso, soterrado. Ahora dirá: sortilegio.
Si bien era muy pequeña cuando su familia dejó esta zona, regresó durante muchos veranos de su infancia.
-Para mí volver era un sortilegio, me encantaba el campo, vivir en la situación rural: con mis hermanos buscábamos huevos de gallina por los pastos, estábamos cerca de los animales cuando ordeñaban las vacas, revisábamos el galpón donde guardaban las herramientas. Todo me parecía fascinante, había muchas aves y pavos reales.
Dora Barrancos tiene 81 años. Ese modo de hablar tan preciso y rico, capaz de atravesar un recuerdo como de levantar un argumento o desenvolverse en una teoría, nos atrapa. Ahora, a través de esta charla por Zoom, es tan hipnótico escucharla como verla, porque habla de luchas y desafíos siempre con una sonrisa, el rostro distendido, los rulos ordenados. Dora Barrancos es investigadora, socióloga, historiadora, pionera feminista. Y es también una mujer que nos inspira.
Pero volvamos a retroceder en el tiempo.
Tenía apenas un año cuando su familia se mudó de Jacinto Arauz a la localidad de Allen, en Río Negro, debido a las persecuciones que sufría su padre. Luego vivieron un tiempo en Pigüé, donde al padre le ofrecieron la gerencia de la primera cooperativa agrícola que se fundó en Argentina. Y entre los años 1946 y 1950 él se reincorporó a la docencia y se instalaron en Rancul, al norte de nuestra provincia.
–De Rancul me acuerdo de las tormentas de viento y arena y más de una vez he narrado a mis hijas que el cielo se cubría de polvo y se oscurecía. También recuerdo que, 70 años atrás, había frutas que se producían en otras áreas y a las que era muy difícil acceder. Se conseguían brevas, ciruelos, pero no damascos ni duraznos, las naranjas eran escasas y caras.
Las naranjas, dice Dora. De pronto algo se revela allí, como si las semillas de esa fruta carnosa contuviesen los primeros brotes de quien sería ella. Porque cuando había naranjas en su casa, primero se le convidaba a la persona que trabajaba ayudando a su madre con la cuestión doméstica, luego comía ella y sus hermanos.
– ¿Cuánto hay de esa infancia libre, de la influencia de aquellos adultos, en la Dora que habla hoy?
– La gestión materna tenía que ver con la tenacidad y la entereza. Mi madre era muy resiliente. Pasamos por una adversidad dolorosa de un hermano que tuvo un accidente y quedó con una discapacidad mental bastante aguzada, esa resistencia, ese enfrentar la adversidad es muy demarcativo en mi vida. O el tono regulatorio de mi abuela que se confundía con el tono de las familias valdenses, muy acatables del deber ser. Mi padre era muy expresivo en las normas de la cooperación y la solidaridad, tenía esa vocación hacia lo justo.
Dora, la feminista
Este jueves por la mañana, Dora Barrancos está en su casa, en una habitación donde la conexión con ese pasado sigue siendo una puntada fuerte: dice que su madre era una experta bordadora, que allí tiene un trabajo de ella enmarcado, hecho en punto sombra. Es una técnica delicada que necesita de un paño fino, casi transparente, para lograr el efecto buscado: que el bordado se aprecie como una sombra a través de la tela.
Quizá todo lo que vale la pena tiene que ver con eso: abrirse paso entre las sombras, llegar al otro lado.
Dora hizo el secundario en un colegio de Laprida, en Buenos Aires. En 1957 se inscribió para estudiar Derecho en la UBA, tiempo en el que empezó a militar en la Juventud Peronista. En el 60, tras la muerte de su padre, abandonó la carrera y comenzó a trabajar como maestra para ayudar a su familia, pero el deseo de estudiar, estimulado desde siempre en una casa llena de libros y de debates, la hizo regresar a la universidad, esta vez se anotó en Sociología y se graduó en 1968.
En el ´76, tras recibir amenazas de muerte en la época de la dictadura, se exilió en Brasil. Allí hizo un doctorado en Historia y allí también descubrió algo que coincide con el título de su charla TED: “No se nace feminista”. Vivía entonces en Mina Gerais cuando se enteró por las noticias de que una mujer había sido asesinada a tiros en un una playa de Búzios. La había matado su marido, alegando infidelidad. Un tiempo después, en un programa de televisión, una periodista entrevistaba al abogado del homicida y éste dijo que alegaría “legítima defensa del honor”.
-Eso me conmocionó –dice Dora en la Charla TED Río de la Plata de fines de 2016 que tiene miles de visitas en Youtube- Yo, que era una justiciera en todos los sentidos, que abogaba la equidad, me di cuenta de que me faltaba un capítulo esencial a mí misma y por lo tanto me obligué a estudiar, a repensar qué había pasado con las mujeres en la historia y ahí me encontré, me deparé, con el sistema patriarcal, que es un sistema de exclusión, pero no sólo de las mujeres, también excluye a las otredades que no tienen la misma cartilla masculina.
En 1986 regresó a Argentina. Fue investigadora principal del CONICET, y su Directora entre 2010 y 2019; legisladora de la Ciudad de Buenos Aires; profesora titular en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA; y en la Universidad Nacional de La Pampa coordinó la maestría en Estudios Sociales y Culturales. Actualmente es asesora presidencial ad honorem. Durante todos estos años no hizo más que estudiar el feminismo, los movimientos sociales de principios del siglo XX, las revoluciones llevadas a cabo por las mujeres. Incansable de tan apasionada, a fines del año pasado publicó el libro “Los feminismos en América Latina” donde repasa grandes acontecimientos como Ni una menos y la marea verde en nuestro país, el movimiento Ele Não en Brasil o las insurgencias en Chile.
Pero así como Dora Barrancos puede hablar de grandes luchas sociales, también puede llevar la mirada hacia las comunidades pequeñas, hacia aquellos pueblos de ésta, su tierra natal, e iluminar a las mujeres y las otredades que a veces no encuentran abrazos en los que sostenerse para construir una comunidad con menos violencia de género, con más equidad y justicia social.
Y la conversación vuelve a llenarse de palabras que brillan, que se despegan del aire para punzarnos con toda su fuerza. ¿Ella sabrá que hace sus propios bordados en el lienzo de nuestros días cuando dice “insubordinaciones”, “inmanencia”, “formidable”, “treta”?
Dora sonríe, nos queda poco tiempo de conversación, su agenda está siempre completa, pero este 18 de marzo tiene otro compromiso mayor, que descubriré luego por las redes sociales: le llegó el turno para vacunarse con al Sputnik V.
-¿Qué les dirías a esas mujeres y otredades de los pueblos de La Pampa?
– Que no hay que desesperarse. Nuestras insubordinaciones personales son fundamentales y las podemos hacer en cuatro paredes. He ahí un trayecto a la trascendencia, como decía Simone de Beauvoir: se sale de la inmanencia en que nos autoproducimos o nos producen, con esa marca del sometimiento, de la humillación, de la postergación, de todas esas facturas tremendas. Cuando nos insurgimos podemos decir “esto no va más”, darnos cuenta de algo ya es un paso fundamental.
– ¿Y cómo convocamos a los varones en este camino?
– Nosotras vamos a juntarnos de a dos o de a tres, como sea posible. Y vamos a convocar a los varones que son bastante clarividentes y que hoy en día tienen una percepción de sí mismos bastante patética. Ellos han tenido una posición jerarquizada, muchos beneficios y también deben pensar cuánto pagaron por esas masculinidades articuladas en el mero individualismo, en la competitividad y siempre requiriendo esfuerzos violentos. El feminismo comenzó así también: la primera asamblea que conocemos, realizada en 1948 en una iglesia metodista de Seneca Falls, cerca de Nueva York, contó con un treinta por ciento de asistentes varones. Este es un momento en el que ellos se tienen que convencer de que pueden ser notablemente más libres y de que la lucha de las feministas no es contra los hombres varones ni contra ninguna identidad sino contra el sistema patriarcal que les ha dado privilegios.
– La lucha es siempre contra el patriarcado.
– Es que, en nuestra gesta por derechos, hasta que no aniquilemos, no erradiquemos las fórmulas hostigadoras, violentas, sometedoras del patriarcado, esto no va a parar. Por eso hay que juntarse, hay que amucharse, más allá de las dificultades de contextos. Hay que insistir y reparar en que hemos hecho un camino largo y que todavía nos queda un camino largo, pero cada vez más está luciendo tempranamente una nueva posibilidad de subjetividades. Luego están los percances, los trastabilleos, las injurias, esos son los desafíos, pero también tenemos que tener buenas tretas, ir por la estrategia más hábil: si una estrategia no es hábil no es estrategia, una mala estrategia es casi un oxímoron, debe ser conductora para la resolución de algo que estamos procurando. Las vías pueden ser diversas. Y hay que pensar que no nos va tan mal en Argentina.
– Y que hemos ganado muchos derechos.
– El último fue el 30 de diciembre del 2020 a las 4.15 de la mañana, cuando dimos un paso formidable en la autonomía, en la mayor dignidad, en el reconocimiento de nuestras determinaciones.
– A La Pampa también debemos reconocerle que tiene un trabajo pionero en derechos sexuales y reproductivos.
– Sí, tiene pionerismos muy intensos. Es la primera jurisdicción que se determinó en torno de una ley en derechos sexuales y reproductivos y tengo la suerte de estar cerca de muchos contingentes humanos en esta provincia, muy cerca de mis colegas feministas y de la UNLPam, que me ha honrado con un reconocimiento enorme y de la que he sido parte de su cuerpo docente. La Pampa tiene una circunstancia cultural y social que pondera el sentido más proyectivo, progresista, si se la compara con otras jurisdicciones.
– Entonces la invitación es siempre a la lucha con alegría.
– Dejemos el pesimismo para épocas mejores.