En el tercer y último día de su histórico viaje a Irak, el papa Francisco envió dos mensajes centrales para la pacificación y reconstrucción del convulsionado país de Medio Oriente: «resistir a la tentación de la venganza» y decir «no al terrorismo y a la instrumentalización de la religión» para hacer la guerra.
El Papa, quien ignoró todas las advertencias por la suba de casos de coronavirus y la escalada de atentados en las últimas semanas, cerró la primera visita de un pontífice en la historia del país, con un llamado a una «reconstrucción» que tenga en cuenta a las minorías, especialmente a la diezmada población cristiana, y que evite la «tentación de responder» a los ataques sufridos por el país a manos de potencias extranjeras y conflictos internos.
En una recorrida por dos de las ciudades más golpeadas por la milicia del Estado Islámico, Mosul y Qaraqosh, el pontífice mostró su más enérgico rechazo al fundamentalismo y convocó a una unión nacional contra la violencia, además de llevar consuelo a las comunidades cristianas que fueron expulsadas de sus territorios y lentamente reconstruyen sus casas y sus vidas en el norte y oeste del país.
«Junto con todas las personas de buena voluntad, decimos no al terrorismo y a la instrumentalización de la religión», instó el Papa al hablar desde una Iglesia de Qaraqosh quemada en 2014 por el grupo extremista y hoy colmada de fieles para expresar su gratitud a Francisco por una visita que, ansían, pueda ser un nuevo punto de partida la comunidad.
«Con mucha tristeza, miramos a nuestro alrededor y percibimos otros signos, los signos del poder destructivo de la violencia, del odio y de la guerra. Cuántas cosas han sido destruidas. Y cuánto debe ser reconstruido», lamentó en la iglesia de la Inmaculada Concepción, la más grande del país, uno de los blancos del EI.
«Nuestro encuentro demuestra que el terrorismo y la muerte nunca tienen la última palabra», sostuvo el Papa de frente a la comunidad cristiana local, que representaba a cerca del 90% de la población en esa ciudad, y que lentamente regresa tras el período de expulsión sufrido durante la ocupación del EI.
Entre quienes lo escuchaban estaba el profesor de matemáticas Mounir Jibrahil, de 61 años, quien dejó Qaraqosh para ir a Erbil durante el llamado califato islámico y luego regresó.
«Ahora es más seguro aquí», planteó, tras contar con orgullo como pudo rehacer su casa el año pasado, tras la destrucción sufrida a manos de la milicia.»Es muy bueno ver al Papa, nunca pensamos que fuer a a venir aquí. Quizás ayude a reconstruir el país, y finalmente traiga amor y paz», deseó.
En esa línea habló también Francisco. «El camino hacia una recuperación total podría ser todavía largo pero les pido, por favor, que no se desanimen. Se necesita capacidad de perdonar y, al mismo tiempo, valentía para luchar. Sé que esto es muy difícil», reconoció.
Desde Qaraqosh, pidió al país un esfuerzo para «construir un futuro de unidad y colaboración entre todas las personas de buena voluntad».