El uso excesivo de celulares y pantallas en la adolescencia, pero sobre todo en la primera y segunda infancia, puede definir algunos rasgos en el carácter, la personalidad y la forma de vincularse que tendrá la persona, advirtió la psicóloga Mónica Evangelina Volpe (MP 878).
Si bien existen diferencias entre la utilización de la tecnología en la primera infancia y la adolescencia, en la primera etapa de la vida es muy importante que los pequeños jueguen sólo con juguetes porque les permite crear y significar qué les pasa en un mundo exterior. “Jugar con la posibilidad de ser activos en su pensamiento”, sostuvo Volpe.
Según la psicoanalista, el uso de tecnología los pone en un “lugar más pasivo” a la hora de recibir información excesiva que muchas veces no pueden procesar.
“La utilización de las pantallas propone algo en lo inmediato, como la posibilidad de ver videos sin pausa. Además, como es más fácil para los progenitores, muchas veces los chicos están solos sin algún adulto mirando juntos a ellos”, explicó.
La profesional de la salud indicó que esa “cuestión de la soledad” de estar ahí pasivos frente a algo sin la posibilidad que alguien les ponga una palabra de lo que están mirando o que se los resignifique, no es recomendable.
“Se suelen convertir en espectadores solitarios de algo que ya está dado, creado he imaginado que solamente les brinda información, pero sin la posibilidad que alguien les ponga una palabra”, insistió, entrevistada por Noticiero 3.
Diferenció claramente ese escenario con el acto de jugar. “En el juego los chicos crean su propia realidad y elaboran un montón de situaciones que les pasan: se apropian del mundo”, graficó. “Cuando los infantes se entretienen frente a una pantalla observan un ‘mundo dado’, hablado por otros, donde ven cómo el otro baila o ríe, pero ellos nos hacen nada ahí”, sostuvo.
Advirtió que el impacto del uso excesivo de las tecnologías en la primera infancia puede “erosionar fuertemente” la conducta social del individuo, como la de vincularse, porque justamente en la pantalla no hay un ida y vuelta con el otro.
“No está bueno que pasen la mayor parte del día jugando con el celular, pese a que a los adultos a veces nos es más fácil dárselo porque tenemos que hacer otras cosas”, manifestó la especialista.
Recomendó que, en el caso de prestarle el teléfono móvil al menor en algún momento del día, lo ideal es anticiparle que serán unos pocos minutos, además de controlar qué mira y a qué juega. “Tres horas, por ejemplo, frente una pantalla es un montón. El adulto debe poner el límite”, aconsejó.
Claro que la utilización de las tecnologías se agudizó durante la pandemia, un poco porque los alumnos estaban obligados por sus tareas educativas y los progenitores por sus obligaciones laborales en algunos casos. “Se agravó la falta de límites. Es como que el mercado nos pone en esta cuestión de tener que consumir”, dijo.
Aludió a una experiencia personal que vivió hace unos días, cuando acudió a un pediatra. Volpe relató que en la sala de espera se encontraban varios niños entretenidos con sus celulares, sin hablarse entre ellos, cuando es “mucho más saludable” que hubieran estado jugando dado que había muchos de la misma edad. “Estaban todos ensimismados, en su mundo, sin poder siquiera atender si otro estaba llorando para preguntarle qué le pasaba”, dijo.
Finalmente, remarcó que la pantalla dificulta la conexión con el otro. “Profundiza la falta de vinculación y perjudica el lenguaje, como el caso de los niños que no tienen uno que les sea propio”, concluyó.