Por Tomás Astelarra (*)
Según la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA), el acumulado de las exportaciones de 2024 suman 11.024 dólares. Lo mismo que se había liquidado para todo este periodo en 2023, año de la sequía más grande de la historia. Tanto CIARA como la Sociedad Rural han insistido en una devaluación o un baja de retenciones (una medida improbable dentro del déficit cero y una caída abrupta de la recaudación).
“Hay un sector agroexportador que ve oportunidades de negocio con las inundaciones en Brasil o la guerra en Ucrania. Un sector que tiene un dólar planchado para comprar insumos y exige un dólar absolutamente liberado para la liquidación del producto final. Como contrapartida, el campesinado tiene insumos dolarizados o inflados, y su producto final está pesificado arriba de la mesa de los argentinos”, explica Martín Montiel, productor de Rosario y miembro de la Red Comercio de Comercio Justo del Litoral.
“En términos generales, la propuesta económica de Javier Milei contó con medidas que, lejos de romper con la matriz de concentración de la renta, agudizaron ese proceso. Todos aquellos sectores que tenían una lógica económica dolarizada se vieron beneficiados por el salto del tipo de cambio en diciembre y el esquema de desregulaciones. Y en particular el campo que, gracias al achicamiento de la brecha, consiguió una mayor rentabilidad, que se vio reflejado en el proceso de acumulación de reservas y en la liquidación de cosecha entre diciembre y febrero”, explica Martín Epstein, del Centro de Economía Política (CEPA). En diciembre las liquidaciones de grano cuadruplicaron el nivel promedio histórico para dicho mes.
Hoy la situación es diferente: “El tipo de cambio fue perdiendo competitividad, y eso explica por qué ese ciclo de acumulación de reservas se detuvo. Técnicamente es el periodo en el cual la liquidación de la cosecha gruesa da margen al Banco Central. El gobierno está jugándose mucho a que haya un aluvión de inversiones con el RIGI. Cosa que no ha ocurrido hasta que se suprima el cepo. Lo cual de acá a fin de año es difícil de imaginar”, pronostica Epstein.
Sin carne, leche, pan ni campo
“Y ahora que está aprobado el RIGI, la ley Ómnibus, con un DNU vigente, ¿qué más necesitan? El único éxito del gobierno, la única variable que tiene para mostrar es ir, más o menos, controlando la inflación. Pero a la vez necesita dólares. La plata del Fondo no aparece y no se está liquidando la cosecha gruesa. La única propuesta es seguir ajustando sobre los bolsillos castigados de las enormes mayorías. Este esquema empuja a millones de familias argentinas al hambre, esto es una tragedia”, opina Juan Pablo Acosta de la Unión de Trabajadoras de la Tierra-UTT, integrante de la Mesa Agroalimentaria Argentina.
“Si desapareciera el cepo, no hay economista pesimista que lo ponga por debajo de las dos lucas. Es el número que está pidiendo el sector agrario concentrado para poder liquidar. No la última: hay varias cosechas guardadas, por lo menos tres. La capacidad de guardado hoy es muchísimo mayor que en otras épocas. Una devaluación sería gravísima para el resto de la economía, porque sería una disparada infernal de los precios de la vida cotidiana y productiva de la gente”, advierte Montiel.
El Mercado Ganadero de la Bolsa de Comercio de Rosario (Rosgan) precisó que el consumo de carne bovina cayó 13,4 por ciento durante el primer cuatrimestre del año, mientras que el consumo de leche fluida fue un 19,6 por ciento menor. El Centro Industrial de Panaderos de Merlo, estima en un 45 por ciento la caída en la venta de pan. Según la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes y Derivados de Argentina, la producción cayó 7,7 por ciento en el primer cuatrimestre. En el caso de la producción destinada al mercado interno la caída fue mayor (17,5 por ciento). El consumo de carne vacuna por año por habitante en Argentina es de 42,4 kilos (el más bajo de las últimas tres décadas)
“Por suerte en lo productivo hubo rendimientos que permiten recuperar la malaria del 2023. Pero vivimos en una sociedad austera donde se vende muy poco, se paga lo justo. Después hay un sector que tuvo que refugiarse en el alquiler porque ya la producción no era viable. Se empieza a notar una falta de futuro al volver a esas políticas de los 90, pero acentuadas, mucho más concentradas”, explica Isaías Ghio, parte de la Cooperativa Agrícola-Ganadera de Camilo Aldao (en el sureste de Córdoba) y de la Federación de Cooperativas Federadas FECOFE, parte de la Mesa Agroalimentaria Argentina.
Y arroja algunas estadísticas cercanas que hablan del abandono del campo productivo: “En los 90, en la cooperativa éramos más de 120 productores activos. Hoy serán unos 30. Hace doce años yo era productor porcino. Éramos 43 productores. Hoy quedan tres. Que no sé si van a quedar porque están fuera del sistema. Ganadería no existe, salvo algún feedlotero chico, que tampoco le va bien. No existe el sector de aves. Nosotros tenemos una fábrica de alimentos balanceados y estamos trabajando a un 20 por ciento de la capacidad y se ha reducido a la mitad la cantidad de kilos vendidos. Mi localidad Camilo Aldao, ha perdido un 10 por ciento de la población en el último censo”.
Potencialidades
“Con toda esa potencialidad para transformar granos en alimentos y esos alimentos en carne, no existe un plan ganadero. Hubo un par de medidas en el anterior gobierno que no sirvieron para nada. No sé cómo el mercado y los intereses extranjeros van a resolver esto. Y el Estado solo favorece al poder económico concentrado”, asegura Ghio. “La única política agropecuaria del gobierno está reducida a la discusión del dólar y las retenciones. Nadie está hablando de caminos rurales, de economías regionales, de cuidar la producción nacional. Estamos importando yerba de Brasil. Esto es realmente un desastre”, concluye Acosta.
*Licenciado en Economía de la Universidad Torcuato Di Tella y master en Periodismo de la Universidad del País Vasco.