Por Norberto Asquini
La política vive momentos desquiciados. Estamos en la era Milei y nada es como lo concebíamos hace unos meses. Y no es que hace unos meses se estaba mejor que ahora, pero lo que asombra es la persistencia de la confrontación, las divisiones y las internas. No es solo la polarización entre Milei sí y Milei no, todos los espacios están fracturados y en reconfiguración. Revueltos.
Esa política alterada nos muestra a un presidente que hace de la violencia verbal una virtud y que no puede frenar los conflictos palaciegos que estallan diariamente: la ruptura con su vicepresidenta; las internas en su entorno; legisladores que en el Congreso no le responden y se pelean entre ellos o son echados del bloque; el conflicto permanente con sus aliados en las cámaras como es el Pro.
En las otras fuerzas, donde reina un clima de confusión, no es mejor. El peronismo debe afrontar las denuncias judiciales y mediáticas contra el ex presidente Alberto Fernández, ya indefendible por el pésimo gobierno que hizo. Los liderazgos ni asoman, y los pocos que se animan deben contener las internas.
El radicalismo está dividido en ramas y subramas, el Pro peleado entre los que quieren diferenciarse de Milei como Macri y los que quieren inmolarse con él como Bullrich. Y para ponerle algún grado de mayor confusión, las idas y venidas de Macri que le pone frenos al presidente y después negocia.
De ahí para abajo, todo es un tembladeral político. La normalidad, o lo que parecía ser lo normal, es un estado que se torna inalcanzable. Y La Pampa tiene sus sacudidas, es la política del choque. El peronismo sufre el conflicto legislativo, con una oposición dura, demasiado dura, que no le da quórum cuando necesita fondos urgentes. Hay una estrategia de confrontación de los bloques opositores en la Cámara de Diputados (la UCR, el Pro y Comunidad Organizada), que golpean al modo Milei. Y para colmo, buena parte de esa estrategia parece direccionada por la runfla de CO, sector minoritario e irresponsable ante las consecuencias que acarrea la falta de trabajo legislativo.
En el PJ vemos un estado de debate: por un lado los intendentes que se juntan a hablar de un espacio propio (General Pico, Santa Rosa y Toay, entre otros), que dicen que está todo bien con la gestión pero que tienen diferencias con el gobierno provincial. Del otro lado, están los funcionarios y jefes comunales (se mostraron unos 39 en Luan Toro) que apoyan al gobernador Sergio Ziliotto, para hacer contrapeso. Está el ex gobernador Carlos Verna apadrinando a los no alineados y tuiteando y metiendo ruido político para hacer más confusa la cosa. Y está el conflicto permanente que genera la gestión santarroseña de Luciano Di Nápoli, con proyectos impopulares que activa a la oposición, los choques generados por la secretaria de Gobierno y una gestión que va a los tumbos.
La oposición no está mejor. El conflicto legislativo generó diferencias entre los intendentes y los diputados provinciales. Hablamos hace poco de la distancia que hay entre la gestión diaria (y con pocos recursos) y la estrategia opositora a ultranza de los legisladores opositores. Un abismo que estalla cuando las decisiones de los diputados chocan con la administración de los segundos. Es el teorema de Baglini a full: los que no tienen función de gobierno tienen más margen para ser irresponsables, y lo deben sufrir los que están en la gestión. Ahí se sacaron chispas el intendente Abel Sabarots y el presidente del bloque radical, Poli Altolaguirre, para después abrazarse y hacer como que no pasó nada.
En el Pro pampeano parece haber una línea trazada para diferenciarse de los libertarios, como ocurre a nivel nacional con Macri. Temen ser deglutidos por LLA. Pero los debates están presentes tornan sinuoso el rumbo de dónde posicionarse. El diputado nacional Martín Ardohain, que estaba con Bullrich y Milei hace un tiempo, ahora vota en contra del DNU que le entregó 100 mil millones a la SIDE libertaria para sus manejos oscuros; el otro diputado nacional Martín Maquieyra, que se mostraba distante de Milei, ahora no vota contra del DNU, dice que hay que darle a Milei las herramientas para que gobierne y rechaza el aumento a los jubilados.
Mientras la realidad empuja a propios y extraños a los desencuentros y la incertidumbre, la política sigue su marcha a los tumbos.