“El derecho a la objeción de conciencia no debería ser un derecho pensado en el juez o jueza, sino en el litigante. Si decimos que tenemos derecho a que nos trate un buen médico o un buen psicólogo, ¿por qué no tener derecho a tener un mejor juez?”, afirmó el presidente del Superior Tribunal de Justicia, Eduardo Fernández Mendía.
El ministro expresó ese, y otros conceptos, en su disertación en el marco del XXVIII Encuentro de la Jurisdicción Ordinaria, bajo el lema “Justicia somos todos”, que se desarrolló en la ciudad colombiana de Villavicencio.
La actividad estuvo organizada por la Corte Suprema de Justicia de Colombia y el Consejo Superior de la Judicatura –a través de la Escuela Judicial “Rodrigo Lara Bonilla”–, y Fernández Mendía fue invitado especialmente para participar en el panel sobre “Nuevas visiones del derecho moderado”, junto al el titular de la Corte del país anfitrión, Octavio Augusto Tejeiro Duque. Además a la inauguración asistió el presidente de Colombia, Gustavo Petro, y más de un millar jueces y juezas, magistrados/as, académicos/as y abogados/as.
“Los jueces tenemos que mirarnos al espejo porque somos imparciales cuando resolvemos conflictos de terceros; pero podemos caer en trampas o posverdades cuando se trata de nuestra conciencia y así es que podemos llegar a resultados espurios –indicó el presidente del STJ–. La transparencia de nuestra conciencia es fundamental al momento de resolver; y si un juez o jueza plantea seriamente que su conciencia se violenta al tratar determinada cuestión, debe haber una respuesta seria a ello”.
“El derecho a la objeción de conciencia -remarcó el juez pampeano- no debería ser un derecho pensado en el juez o jueza, sino en el litigante. Si decimos que tenemos derecho a que nos trate un buen médico o un buen psicólogo, ¿por qué no tenemos derecho a tener un mejor juez? Porque en estos casos el litigante, o sea el beneficiado o perjudicado de una decisión judicial, ni siquiera tiene derecho a intervenir”.
“La verdad procesal es importante, pero la transparencia de nuestra conciencia al momento de tomar decisiones es fundamental –subrayó–. Cuando juramos (al asumir un cargo) prometemos administrar justicia bien y legalmente. Yo diría, primero bien, y no el bien vinculado a la eficiencia y eficacia; sino el del apetito hacia la excelencia. Porque puede haber embusteros que redacten sentencias brillantes, pero eso no es actuar bien judicialmente”.
En otro tramo de su alocución, Fernández Mendía manifestó que “el cambio se dará cuando vean que somos creíbles, aun equivocadamente. Mi derecho a la esperanza es que jueces y juezas seamos cada vez más transparentes a pesar del error. Porque el derecho a un juez imparcial está por encima de algunos derechos que dicen que no puede haber objeción de conciencia; ya que los derechos humanos deben ser cada vez más progresivos y reales”.
“Seamos sensatos cuando resolvamos un acto de conciencia, como si fuera el último acto digno de nuestra vida. No planteemos disimuladamente cuestiones de conciencia para evadirnos de resoluciones porque eso es cobardía”, acotó el representante argentino en la Comisión Iberoamericana de Ética Judicial.
Otro disertante fue el sacerdote jesuita, filósofo y teólogo Carlos Justino Novoa Matallana. “Todos llamamos a construir equidad, participación e inclusión. Sin embargo, ese propósito encuentra un obstáculo en la violencia del narcotráfico y la guerrilla; una violencia que no sabemos de dónde proviene, ni nos interesa averiguar porque el asunto nos complica. El punto es terminar con los malos y así se arregla el problema para los colombianos de bien, entre comillas”, dijo.
“¡Qué ingenuidad!, ¡qué falta de rigor! –remarcó– La violencia no cae del cielo, sino que tiene causas muy concretas. No es grupo de malos y perversos que busca dañar a los colombianos de bien. Acá todos tenemos responsabilidades. ¿Por qué hay narcotráfico? Es sencillo, porque a nuestros campesinos nos les es posible sacar la yuca a las carreteras porque no tenemos una economía al servicio del campesino”.
“En cambio, sí le compran la coca a buen precio. Si tenemos grupos al margen de la ley es porque la tasa de desempleo es impresionante. A un padre de familia que no tiene empleo y que lleva tres o cuatro meses buscándolo, le ponen esa platita (sic) y un fusil… Es todo un negocio. Y quien surte de mano de obra a ese negocio es el desempleo”, manifestó el sacerdote.
“Colombia -acotó- es un país con una iniquidad insoportable. Es el tercer país más iniquitativo entre 150 por la gran concentración económica que existe en pocas manos. Y eso es una bomba atómica. Más del 50 por ciento de la gente cobra menos que un salario mínimo, no tiene estabilidad laboral y tampoco seguridad social”.