La Asamblea Pampeana por los Derechos Humanos (APDH La Pampa) pidió este viernes públicamente a los gobiernos nacional y provincial que considere como crímenes políticos y de Terrorismo de Estado el asesinato de dos pampeanos ocurrido en diciembre de 1975 en Santa Rosa: el caso de Elías Vázquez, de 30 años, delegado de la Juventud Sindical Peronista (JSP) en la Uocra, y Jorge Fortunsky, de 27 años.
Ambos fueron baleados, por la espalda, por el policía Juan José Lorenzetti: se lo consideró un crimen común y el asesino fue condenado a 10 años de prisión, pero se fugó y nunca cumplió la condena. En 1992, el caso prescribió.
“Este doble asesinato, en ese momento, conmocionó a todos. Esto fue señalado, varias veces en el libro Informe 14 de Norberto Asquini y Juan Carlos Pumilla”, contó Mario Canoba, de la asociación, acompañado por una hija de Vázquez, Silvana Vázquez, y un hermano de Fortunsky, Julio Fortunsky. También, en la presentación, estuvo el representante de UPCN y escritor Sergio de Matteo, y el miliante social y abogado Carlos Pérez Funes.
Canoba dijo que hace unos meses, antes de su muerte, se reunió en varias oportunidades con Ramón “Pepe” Rodríguez, quien en 1975 era secretario general de la Uocra. “Yo decidí que Vázquez fuera delegado de la Juventud Peronista Sindical. Y fue un crimen político”, le dijo Rodríguez, según dijo Canoba.
“Elías Vázquez –contó Canoba- tenía militancia política y sindical. Y Fortunsky era su compañero de militancia”, sostuvo. “Y quien los mata, Lorenzetti, era policía, custodio del juez federal de entonces. No era un ciudadano común”.
Julio Fortunsky dijo que Jorge vivía con su madre. «Era el más chico, el más protegido, el más mimoso de mi vieja… La última vez que lo vi, antes de volverme a Castex donde vivía, le dije ‘cuidate loco’. Nunca pensé esto», dijo. «Todos estamos preguntando qué pasó, por qué lo mataron».
Silvana Vázquez era una bebé cuando murió su padre. «Sé que luego del crimen, los militares iban a casa y revolvían para atemorizar. Hasta el día de hoy, mi mamá tiene terror. Nosotros nos criamos con ese miedo», dijo.
Este es el caso, contado en el libro Informe 14:
Diversas sospechas recorrieron por años el caso y hasta los familiares de una de las víctimas afirmaron que luego de la muerte desconocidos ingresaron a la casa que habitaba para llevarse papeles y pertenencias. Hasta fueron amenazados para que no denunciaran el caso.
En ese marco, las hipótesis sobre los verdaderos motivos del caso fueron muchas. La sospecha de que el hecho tuviese alguna vinculación de tipo político surgió al considerar que la persona que había disparado era policía y uno de los muertos tenía militancia sindical.
Por entonces, militares y policías en las calles, decenas de detenidos políticos acusados de subversivos, la voladura de una casa y la quema de un auto en pleno centro daban cuenta que Santa Rosa vivía lo mismo que se leía en los diarios sobre la violencia política en las grandes ciudades del país.
El hecho ocurrió el 10 de diciembre del ’75 cuando un hombre se presentó en la comisaría Primera con su camisa manchada de sangre y una herida en el cuello. Entregó su arma calibre 11.25 y dijo que había matado a dos personas a metros de allí mientras intentaba defenderse.
En la intersección de la avenida Luro y la calle Padre Buodo, un hombre yacía muerto sobre la calle y otro agonizaba dentro de un Citroën 3CV rojo. Cuando fue trasladado al hospital, también falleció.
La sorpresa de los investigadores que tomaron el caso se acrecentó al enterarse que la persona que se había entregado tenía un carné de la policía provincial, y que revestía como custodio del juez federal Juan de Dios Uncal.
Los muertos eran Elías Vázquez, de 30 años, delegado de la Juventud Sindical Peronista (JSP) en la UOCRA, y Jorge Fortunsky de 27. Ambos eran de profesión albañiles.
Los acontecimientos que desencadenaron el luctuoso hecho habían comenzado poco antes de la medianoche del día 9 cuando Juan José Lorenzetti, un hombre de 41 años que había sido enganchado en la policía de La Pampa como custodio del juez federal se dirigió a beber algo al centro. Oriundo de Mercedes como Uncal, este necesitaba un hombre de confianza que lo acompañara a todos lados ya que, según dijo a la policía, en agosto del ’75 había sido amenazado por un grupo guerrillero y el gobernador Regazzoli le había ofrecido custodia.

Lorenzetti, en la reconstrucción del doble asesinato (foto publicada en La Arena).
El encuentro entre víctimas y victimario fue en la confitería El Aguila, ubicada en pleno centro de la ciudad.
Lorenzetti había llegado y se había sentado en una mesa ubicada en la vereda. Poco después, según los testigos, Vázquez y Fortunsky salieron de la misma confitería después de haber bebido varias copas. No se sabe cómo y porqué, pero cruzaron palabras con el custodio. Los dos albañiles fueron hasta su Citroën y luego regresaron para discutir con el hombre.
Lorenzetti habría terminado la conversación subida de tono. Al escuchar un “te voy a denunciar” de parte de uno de los jóvenes, respondió con un “yo te voy a llevar”. El custodio sacó entonces su pistola y los obligó a que lo trasladaran. Los introdujo en el automóvil, mientras llevaba a uno de los cabellos, y él se sentó detrás mientras les apuntaba.
El viaje iba a ser hasta la Seccional Primera sobre la calle Belgrano, pero nunca llegaron.
El Citroën tomó por avenida San Marín hasta la rotonda del Centro Cívico y luego se dirigió hacia la derecha por la avenida Luro. Allí, en pocos metros, se desencadenó la tragedia.
En el expediente judicial, las pericias indicaron que Fortunsky, que iba en el asiento del acompañante, habría tomado un revólver del interior del vehículo y habría disparado hacia atrás. El tiro hirió a Lorenzetti en el cuello y rompió el cristal de la luneta.
El custodio respondió a quemarropa. Disparó dos veces sobre la espalda de Fortunsky –uno le pegó en la cabeza– y luego, al ver que Vázquez, que conducía el auto, se agachaba, abrió fuego también sobre él en dos oportunidades.
El conductor falleció en el acto, y mientras el auto doblaba , cayó en plena avenida Luro. El Citroën continuó su marcha lentamente hasta pegar contra el cordón de la Padre Buodo, donde están ubicados los monoblocks de departamentos.
La jueza Elvira Rossetti, una vez iniciada la causa, dictaminó, ya en tiempos de la dictadura militar, la falta de mérito del custodio en el homicidio de Fortunsky por legítima defensa y lo procesó por el delito de “homicidio con exceso en la legítima defensa propia” en el caso de Vázquez. A comienzos de año, ya se había dispuesto la libertad de Lorenzetti.
En el año ’81, la Cámara del Crimen integrada por los magistrados Alfredo Ozino Caligaris, Jorge Díaz Zorita y Etelvina Flórez de Forastieri juzgó a Lorenzetti. En la resolución del 7 de mayo de ese año, fue condenado como autor de homicidio simple a diez años de prisión.
Según se desprende de la causa judicial consultada por los autores de la nota y que se halla en el Archivo de Tribunales, la policía pidió la captura del custodio, pero no pudo ser hallado. El 11 de marzo del ’92 la causa prescribió y se dejó sin efecto la orden de captura. Lorenzetti no fue a la cárcel.