La Asociación Estrella Amarillas La Pampa encabezó en la tarde de este domingo la II Caravana por la Vida. Caminando, en autos, en motos y en rollers, partieron desde la plaza San Martín hasta el Parque Don Tomás para que se tome conciencia por los accidentes de tránsito. En esta nota, tres historias de vida.
Por Luis Díaz
De un lado, la moto caída. Una joven tirada sobre el asfalto que se queja de dolor. Curiosos que se acercan. Alguien que llama por teléfono, la ambulancia con su sirena encendida, un patrullero apurado, un fotógrafo que llega corriendo. La imagen repetida de un tránsito loco, agresivo, hostil. Del otro lado, varias mujeres vinculadas a la pelea por la vida.
Junto a tantas otras familias aportan desde sus lugares y experiencias para que todos, sin excepciones, tomemos un poco de conciencia frente a una locura que llamamos tránsito y que solo en La Pampa ya se cobró más de 40 vidas, en lo que va del año.
Conciencia individual pero también colectiva. Este domingo 9, a las 14, Estrellas Amarillas hizo una nueva demostración de que cuando se quiere, se puede. Sembraron la plaza San Martín de vida, de colores, de música, de fraternidad.
Valeria Hadad, Silvia Riestra, Laura Vigliotta y Silvia González son parte de Estrellas Amarillas, una ONG que gana presencia con cada día de trabajo, aunque los choques y vuelcos, la irresponsabilidad y la imprudencia, las muertes y los heridos, no dejan de sumar en una estadística que debería avergonzarnos.
“Estamos consternados por esta situación”, dice la presidente de Estrellas, Silvia González, pero las noticias pasan y quedan las heridas. Médicos, rehabilitación, análisis, internaciones, pérdida del empleo, se vuelven comunes. ¿Por qué es tan difícil tomar conciencia del significado del tránsito?
Valeria. A las 3 de la tarde de un día de junio de 2008 dejó a su hijo en un club céntrico. Minutos después un auto la atropelló en San Martín y Moreno. Tuvo traumatismo de cráneo y le quedó una discapacidad permanente. Recién entre noviembre y diciembre empezó a recuperarse de a poco. No podía hablar y casi no se movía. “Me comunicaba escribiendo pero apenas podía mover las manos”. Llevaba casco, tenía seguro, no iba a alta velocidad. Sin embargo, la vida le cambió en un instante. Colabora en Estrellas porque es el lugar donde pudo transformar el dolor en esperanza. “Es duro salir a la calle y ver la gente sin casco, mujeres con uno o dos nenes encima de la moto. Nadie respeta nada. No hay respeto por la vida”, se lamenta Valeria.
Silvia. Mamá de Pamela Brost, quien en mayo de 2009, cuando circulaba en su moto, fue embestida sobre avenida Spinetto y Ortiz. Hoy Pamela tiene 32 años y sigue su recuperación. Prefiere no hablar con los periodistas y entonces su mamá es vocera del dolor. “Se siente anulada de la sociedad aunque hemos ido cerrando etapas”. El proceso de recuperación es lento. Y no son muchos los que contienen en forma permanente. «Es muy difícil, hoy quedamos mi pareja, mi nene de 13 años que sufrió mucho, mi mamá y algunos pocos amigos”. Pamela estuvo tres meses en terapia intensiva por un traumatismo muy grave.
Para Silvia, “la irresponsabilidad es general, es la sociedad la que está mal en el tema tránsito, cada uno está metido en sus inconvenientes personales, cada uno está en su mundo y no mira por el otro. Hay que salir con conciencia, saber que hay otro mundo además de nosotros, hay otras personas”.
Laura. Médica especialista en terapia intensiva formada en el Churruca y en el Instituto Fleni. Es una de las impulsoras originales del Equipo de Rehabilitación Cognitiva que funciona en el Molas, donde atienden numerosos pacientes que sufrieron injurias cerebrales. No duda en insistir en que por cada fallecido en un accidente vial quedan muchos pacientes con graves consecuencias que los medios olvidan o no registran. Para Laura, la apuesta es la prevención a partir de la educación: «si un chico aprende a usar el cinturón, a no ir adelante en el auto, a usar casco, es difícil que cambie esa conducta» dice con una lógica impecable. Pero advierte sobre el doble discurso de muchos adultos. “Si les decimos una cosa pero hacemos otra, ese ejemplo juega totalmente en contra”, cuenta.
El equipo trabaja desde marzo de 2009 con pacientes, la mayoría producto de accidentes viales, que pierden la memoria, el lenguaje, la praxia, facultades tan naturales como atarse los cordones o tomar un vaso de agua. El objetivo general es la reinserción familiar y social del paciente con la menor discapacidad y la mejor calidad de vida posible. “Pero no es fácil y lleva mucho tiempo”.
En esta II Caravana estuvieron todas compartiendo un anhelo que muchas veces se asemeja a una ilusión: hacer que todos nos sintamos parte responsable de un tránsito que, hoy por hoy, se parece al famoso «monstruo grande y que pisa fuerte» de la canción de León Gieco.