“Algo voy a hacer”, “Habrá que volver a empezar”, “Agachar la cabeza y seguir adelante”, “Veremos qué sale”. Son frases de los despedidos de Alpargatas, que ayer recibieron la noticia menos esperada: que se quedaban sin trabajo.
Fueron 73 los hombres y mujeres que echó la empresa que fabrica zapatillas Topper en el Parque Industrial de Santa Rosa. Lo hizo de la manera más humillante y despiadada, llamándolos de a uno para entregarles el telegrama y sacándolos con un guardia.
Uno a uno fueron saliendo de la planta con el escrito en la mano y lágrimas en los ojos. En la salida se abrazaron con el personal de seguridad y cruzaron por última vez una puerta de rejas verde, de ingreso a la fábrica.
Son 73 historias de vida y muchos años de trabajo en una empresa que supo tener 1.300 trabajadores en su momento de apogeo. Hoy las políticas económicas los expulsaron del mercado laboral y deberán reconstruirse como puedan para volver a empezar.
“Voy a tratar de salir adelante con lo que pueda. Seguro va a ser con trabajo precarizado, otra cosa no hay”, dice Santiago, uno de los despedidos.
De profesión diseñador gráfico, se vino de Buenos Aires a vivir con su esposa y terminó en Alpargatas.
“He golpeado puertas en diarios e imprentas, pero no conseguí trabajo. Hasta que apareció esto de Alpargatas y hace 8 años que estaba”, cuenta.
El despido lo sorprendió. “No sabía que me tocaba. Me llamaron y me dieron el telegrama”, lamenta.
Juan, otro de los despedidos, repite una y otra vez: “Habrá que volver a empezar”. Y con su voz entrecortada se alienta: “Hay que agachar la cabeza y seguir adelante”.
“Tengo hijos, soy pintor y voy a ver si puedo hacer algo”, dice.
Lucas se venía todos los días desde Anguil a Santa Rosa a trabajar en Alpargatas. Lo hizo durante diez años, hasta ayer, que lo notificaron que estaba despedido.
“No me queda otra que esperar a ver qué sale, qué se puede hacer. No está fácil. Tengo conocimientos de trabajos de refrigeración y por ahí puedo conseguir algo”, se esperanza.
Claudio trabajó en la fábrica durante 8 años. Se había anotado en los retiros voluntarios porque veía venir esta situación. Pero no se pudo ir por esa vía porque lo echaron.
“Tengo que ponerle el pecho a la situación por mi familia. No tengo nada pensado. Pero algo voy a hacer”, asegura.
Martín es uno de los que más año llevaba trabajando en la planta fabril: 25 años. “Yo pensé que iban a despedir a los más nuevos, pero no fue así”, dice, sorprendido y golpeado por la situación.
El, a diferencia de otros compañeros, tiene una alternativa que le ayudará a paliar la falta de trabajo: es árbitro de fútbol de la Liga Cultural y del torneo de profesionales. “Nos veremos en la cancha los fines de semana”, le dice al grupo de periodistas que lo entrevistó a la salida de la fábrica, antes de emprender camino a su casa.
Como el resto de los despedidos y despedidas, siente angustia. “Siempre la luche y lo voy a seguir haciendo. Las políticas de Macri lo están destruyendo todo”, afirma.
Antes de ir a saludar a su esposa, que tuvo la suerte de no haber recibido el telegrama, le dice a Nerio Medina, de la Asociación Obrera Textil: “A pelear por los que quedan”.