Por Norberto G. Asquini
El Partido Justicialista, en un proceso de definiciones preelectorales que implicará su reconfiguración interna, vive un momento de armonía. El 17 de octubre y la visita del ex ministro Axel Kicillof mostraron su cara apacible. Queda claro que en un escenario interno de empates mutuos que limita el juego de todos los sectores, el PJ de 2019 está supeditado a lo que defina Carlos Verna.
La teoría del empate
Quedan todavía dos meses de idas y venidas en el proceso de definiciones de las listas para 2019. Lo que no significa que cada sector y los posibles candidatos se vayan posicionando. Pero hay en esto una cuestión central: el armado del gran acuerdo va a estar supeditado a lo que defina Verna. Y todas y todos serán medidos por el capital político que aporten. Pueden pujar líneas y agrupaciones por tener más lugares arriba o abajo, pero dependen o están condicionados a lo que defina el gobernador. Hay detrás de este escenario una teoría del empate: ningún sector por sí mismo puede hacerle fuerza al mandatario o promover una interna competitiva al resto.
De ahí a que todos estén mostrando y comparando su capital político. Deben jugar la carta de que son necesarios y de que tienen los 76 votos con los que se les ganó a Cambiemos en las legislativas de 2017. Midamos un poco a los que pretenden estar en la fórmula: el marinismo agita su lealtad al vernismo y el conocimiento que tienen sus principales figuras; Compromiso Peronista tiene en la figura de Ariel Rojas la posibilidad de un intendente con poder territorial y que hace punta entre sus pares; mientras el kirchnerismo de La Cámpora hacer llegar su propuesta con la ex diputada María Luz Alonso, tratando de representar a todos los sectores K bajo su ala y contando con el apoyo de CFK. Los tres sectores tienen sus fortalezas, pero también sus debilidades.
Estrategias al límite
Hay una especie de atomización y heterogeneidad entre los sectores que limita las estrategias propias y la de los otros. Por ahora, todos están a la espera del llamado desde la oficina del mandatario para empezar a negociar su futuro político. Quien quiera presionar puede hacerlo, pero ¿quién quiere hacer enojar al gobernador? Pero para el gobernador la teoría del empate también tiene una limitación: nadie puede quedar afuera de un acuerdo.
Hasta el sector de los intendentes del PJ es parte de esa situación. Están los que quieren que ese conjunto tenga peso propio en las listas de diputados y las decisiones, que no son la maoyría, y quienes acompañarán la decisión que tome el gobernador Verna, sea cual fuere.
En su mayoría, el peso territorial es de los vernistas, son contados los jorgistas y contados los marinistas. Hasta entre quienes apoyan las políticas de CFK hay diferentes visiones: lo hacen desde el ex jorgismo, el camporismo y hasta alguno desde la vertiente de los Rodríguez Saá. Pero la mayoría tiene algo en claro: los intendentes son, y siguen, al gobernador de turno. Muchos van por la reelección y a otros se les pedirá que repitan en el cargo aunque no quieran si es la condición para ganar en su localidad. Los pueblos, y sus jefes comunales, serán parte del gran armado que prepara Verna.
Si los sectores dentro del PJ están sujetos a la teoría del empate, los aliados quedan condicionados en sus definiciones. Pueden presionar con ir por fuera del frente que quiere conformar Verna y jugar a que quedaría debilitado frente a Cambiemos para mejorar los términos de la negociación. Pero también pueden quedar expuestos a la intemperie de la polarización y a buscar un puñado de votos que deben pelearlos con otras fuerzas. Los condicionamientos van para todos: los partidos filoperonistas que se armaron a último momento ya sufrieron el reto del mandatario.
Momento de armonía y el milagro
En este contexto, el PJ está viviendo días de armonía. Hubo actos por el 17 de octubre con llamados a la unidad. La visita de Kicillof reunió a todas las vertientes del amplio arco afín a CFK, desde el ultracristinismo hasta quienes apoyan el proyecto nacional y popular con una mirada crítica. Y el acto del ex ministro se engrosó con kirchneristas silvestres, de a pie, que no se identifican con ningún sector. Hay tantas banderas como posturas en ese abanico. El gobernador Verna recibió al actual diputado y hasta hubo funcionarios suyos en el acto, algo poco visto. «Podrían haber venido más», afirma ahora uno de los dirigentes K que antes los combatió. La unidad se pregona pero prevalecen en algunas agrupaciones marginales las miradas excluyentes. Hubo además por esos días fotos en las que se juntaron dirigentes de diferentes líneas y que compiten por las listas para 2019. Y el presidente del PJ, Rubén Marín, le bajó el tono a sus declaraciones previas. Todo parece por ahora en orden y todos acompañan la estrategia de la unidad en la diversidad.
El PJ pampeano está supeditado a los movimientos de Verna y se espera que llegue el momento en que se comenzarán a charlar sobre el gran acuerdo y ver qué lugar ocupará cada sector. Lo más conveniente, cómodo para todas y todos, es esperar el milagro que congele la zozobra actual: que el candidato finalmente sea Verna. Muchos se aferran a esa posibilidad salvadora del status quo que dispare hacia 2023 definiciones y reconfiguraciones internas que van a dejar ganadores y perdedores. Pero por ahora, la única verdad es la realidad.