Por Norberto Asquini -para Diario Textual-
Parece una historia sacada de una película del western, las de cowboys, las del lejano oeste, pero ocurrió en Victorica, en plena pampa, en 1899. Pobladores que sacan a tiros al caudillo local y el estanciero que se venga con más tiros. Y muertos y heridos tirados por doquier. Una historia de ojo por ojo.
El caudillo francés
Por entonces La Pampa apenas estaba naciendo. Largas distancias, pueblos pequeños y muchas estancias. Una población conformada por gauchos, criollos e indígenas en una sociedad de frontera. Y ahí estaba Victorica, fundada en 1882, por una avanzada militar.
Ubiquémonos casi dos décadas más tarde. En 1899 el intendente de ese entonces (presidente del Concejo era el título) era un estanciero francés, Alfonso Capdeville, que tenía 5.000 hectáreas en la zona y negocios por doquier, legales como no tanto, al decir de sus críticos. Un hombre relacionado con el presidente Julio Argentino Roca y la sociedad porteña.

Capdeville, con su catalejo, en su estancia (foto de Caras y Caretas, 1907).
Desde 1891, y ayudado por el sistema de elecciones no tan democráticas del régimen conservador, conducía con mano de hierro la localidad.
Hasta que las diferencias políticas, y sobre todo económicas y personales, comenzaron a irritar a muchos vecinos. Capdeville no solo era acusado de usar el cargo en beneficio propio, sino de negocios poco legales (se lo denunció en la Justicia por vender ganado robado en Chile y quedarse con chacras) y varias sociedades que tuvo con comerciantes locales habían terminado muy mal.
«Capdeville les había sacado negocios a muchos vecinos y ese fue el comienzo del conflicto», dice el historiador Luis Ernesto Roldán, arqueólogo del pasado de Victorica y su gente.
Tiros van, tiros vienen
El 28 de enero de 1899 iban a renovarse las autoridades. Ese día Capdeville, a las 16 horas, se reunió con los concejales y otras autoridades en la municipalidad. Del otro lado de la plaza, en el local de ramos generales de Imaz y Galarreta, se juntaron los opositores, todos armados por supuesto, para impedir un nuevo gobierno del francés. Encabezados por el mayor Adolfo Corbalán, un «expedicionario del Desierto» que se había afincado en Victorica, cruzaron e intentaron tomar el edificio al grito de «Viva el pueblo libre».
Al verlos llegar, el concejal Inocencio Rebollo les cerró la puerta, y entonces comenzaron los tiros. Rebollo fue el primero que recibió un disparo en el abdomen. De adentro, Capdeville resistió (en ese entonces, plena frontera, la mayoría de los hombres iban armados), a los opositores. Hubo una decena de heridos de bala entre ambos bandos, entre ellos el secretario Enrique Marechal con dos disparos en el brazo dentro del edificio y el vecino Ceferino Pereyra que corrió para interceder y recibió un tiro en una pierna. El comisario Luis Fonda y tres agentes llegaron al lugar para frenar el tiroteo. Capdeville se rindió poco después revólver en mano, con la condición de su parte de renunciar al cargo y de los opositores de respetar su vida, que ganas le tenían.
Conocida la «revolución» en la capital pampeana de entonces, General Acha, se armó una comitiva dirigida por el secretario de la Gobernación Carlos de Chapeaurouge y el jefe de Policía José San Martín con 20 policías que marchó a poner orden.
Cuando llegó el grupo el día 31, se reunieron con Capdeville en las afueras de Victorica y decidieron recuperar el pueblo. El francés dejó de lado su promesa. Si el 28 fue sangriento, ese día iba a ser mucho peor.
«En el oeste está el agite»
El 31 todo se inició bajo el sol de las 16 horas. De un lado, las dos columnas del «orden»: los policías ingresaron a Victorica «por la derecha» y recuperaron la comisaría pacíficamente y colocaron a los agentes adelante; y Capdeville, junto al coche en el que iban las autoridades de la gobernación, y unos 60 estancieros y gauchos criollos e indígenas, avanzaron por la vieja entrada a la localidad. La leyenda cuenta que el francés llevaba también un cañoncito que tenía en su estancia. Del otro lado, los «rebeldes» que se atrincheraron algunos en la Escuela 7 y otros en el negocio de ramos generales de Imaz y Galarreta, la firma que los apoyaba.
Cuando ingresó la columna de Capdeville encabezada por el coche, empezaron los tiros. Las malas lenguas afirmaron que fueron provocados por el francés para entrar a sangre y fuego, ya que la comisaría había sido tomada sin violencia. Media hora duró el intercambio de disparos. Los agentes apostados frente a la comisaría corrieron adentro a refugiarse, otros vecinos se refugiaron en la iglesia. Al observar el tiroteo, el comisario Fonda cruzó la calle desde la comisaria agitando una bandera blanca y detuvo la refriega.

En el sótano de la iglesia se refugiaron, frente al tiroteo, algunos vecinos (foto de Luis Roldán).
En el intercambio de disparos, que fueron muchos, el estanciero José Hidalgo que iba delante en la columna cayó muerto desde su caballo. Un vecino, Manuel Escudero, fue muerto a tiros frente al negocio de ramos generales por los de la «revolución» en un confuso episodio cuando les apuntó con su remington. Otro rebelde, Nemesio Machado, murió también ese día, de acuerdo a la causa judicial. Entre policías y civiles de ambos bandos, hubo más de 30 heridos, incluido Corbalán con un disparo en una pierna. Diez vecinos fueron detenidos señalados como los cabecillas del levantamiento. Algunos alcanzarían a escapar.
Una sociedad enfrentada
«A partir de ahí -explica Roldán- siempre quedaron entre los vecinos diferencias irreconciliables, en algunos casos porque la división fue muy grande. Con Capdeville se parte la sociedad de Victorica. Capdeville en 1901 funda Telén en su estancia y le da una fuerte impronta. Por el tema político y económico se fueron ahí algunos comerciantes de Victorica que lo apoyaban», afirma.
«se fue mucha gente por la violencia y otros lo siguieron a Capdeville por mejores expectativas», dice. «Esa división y la creación de Telén va a influir en el desarrollo de Victorica. De hecho, muchos en Victorica terminaron viendo mal lo que pasaba en Telén, que crecía más que Victorica. Hasta la menospreciaban. En Victorica le decían ‘la chacra'».
La pequeña revancha
¿Qué pasó con Capdeville? Días después del tiroteo atentaron contra su vida. Salía de un hotel de Victorica y en la puerta un hombre de apellido Fernández sacó un revólver y le disparó a quemarropa. Una bala le atravesó una mejilla. Cuenta la leyenda que el francés se tapó la herida con un lápiz. ¿Y Fernández? Capdeville sacó su revólver y también le pegó un tiro. Ojo por ojo.
El 1 de marzo, finalmente, el gobierno nacional intervino Victorica. Pero Capdeville perdió. Los opositores se hicieron con el gobierno y Corvalán sería concejal años después. El francés decidió hacer de la nada su propio pueblo y en su estancia fundó Telén, con una impronta progresista que opacó a sus vecinos. Capdeville se tomó su revancha. Una historia que bien le calzaría a una película del oeste.