El 21 de marzo de 1884, hace exactamente 135 años, el legendario lonko Manuel Namuncurá, quien entre 1873 y 1878 fue jefe de la Confederación de las Salinas Grandes en el actual territorio pampeano y del oeste bonaerense, se rindió ante las tropas del Ejército Argentino. Lo hizo en el Fortín Ñorquín, actual provincia de Neuquén, junto a 240 de sus hombres. Estaban hambrientos y desarmados. El cacique estaba acompañado además de cinco capitanejos, dos de sus hermanos y algunas de sus esposas, entre ella la cautiva chilena Rosario Burgos.
Namuncurá -cuyo nombre proviene del mapudungun Namunkura, “Garrón de piedra”, de namun, pie o garrón, y kura, piedra- había nacido en 1811 en el actual Chile, en la región del río Llaima.
En 1834, con unos 23 años, llegó a tierra argentina a las órdenes de su padre, el gran toki Calfucurá. En el invierno de ese año, Calfucurá pergeñó una traición a los boroganos -otros boroganos, procedentes de Boroa, Chile- en el paraje Masallé, en cercanías de la laguna de Epecuén: bajo la excusa de querer comercializar, logró reunir a los boroganos y asesinó a unos mil indios y a los caciques Rondeao, Melín, Alun y Callvuquirque. Se la conoce como la “Masacre de Masallé”.
Calfucurá tomó poco después el control de las Salinas Grandes. Namuncurá, uno de los hijos del llamado “Napoleón de las pampas”, vivió durante unos 40 años en las tolderías de Chilihué. Fue una de las dos grandes capitales, junto a Leuvucó, que se asentaron en la actual provincia. Estaban ubicadas en una zona de médanos, a unos 15 kilómetros al este del actual paraje de Padre Buodo, es decir, al sur de la actual Doblas y al sudoeste de Macachín.
Namuncurá ofició de embajador de su pueblo ante Juan Manuel de Rosas, con el que firmó tratados de paz.
En 1854, luego de la batalla de Caseros, fue bautizado en la ciudad de Paraná, Entre Ríos, con el nombre cristiano de Manuel. Se dice que su padrino fue Justo José de Urquiza. En esta misma ocasión juró lealtad y cumplimiento a la Constitución Argentina de 1853.
Las cuatro décadas en la zona de las Salinas Grandes de la dinastía de los Piedra fueron tiempos de negociaciones de paz y de guerra, bajo la presión por el corrimiento de la frontera con los winca. Los incumplimientos de los tratados de paz con el indio por parte del Gobierno de Buenos Aires fueron moneda corriente, llegó a protestar en algunas cartas el propio Namuncurá.
Participó, junto a su padre, de numerosos malones que arrasaron con poblaciones enteras y tomaron, de botín, a cientos de colonos y miles y miles de cabeza de ganado.
En 1872, luego de un brutal malón, murió Calfucurá en los toldos de Chilihué. En la ceremonia del entierro, concurrieron unos 200 caciques de toda la región.
La sucesión del gran toki estuvo a punto de generar una guerra civil dentro de su tribu. Manuel tuvo que enfrentar a su hermano primogénito, considerado el legítimo heredero, José Millaquecurá -calificado como un “pobre diablo” por Estanislao Zeballos- y a otro hermano, Bernardo Namuncurá.
Manuel era apoyado por su hermano menor, Álvaro Reumaycurá, también llamado Albarito o Alvarito Rumay, que durante el gran parlamento realizado para decidir quién sería el nuevo jefe se mantuvo cerca con centenares de lanzas. Los ancianos decidieron declarar inválido a Millaquecurá y conformaron un triunvirato formado por Manuel, Bernardo y Álvaro. Para 1875, Manuel ya había desplazado a los otros dos y era el líder único de la tribu.
En 1875, junto a lanzas trasandinas y ranqueles, organizó lo que se conoce el «Malón Grande». Fue una conjunción de guerreros de Namuncurá, lanzas trasandinas, ranqueles, indios de Pincén y de Catriel que se sublevaron contra el Gobierno nacional. Un total de 3500 lanzas asolaron los partidos de Azul, Tandil, Olavarría, Juárez, Tapalqué, Tres Arroyos y Alvear, una extensión de casi 7000 kilómetros cuadrados. Solamente en Azul dejaron 400 muertos, según crónicas de esa época. Se llevaron 500 cautivos y un total de 300 000 reses. Los indios fueron vencidos el 18 de marzo de 1876 en la batalla de Paragüil.
El coronel Nicolás Levalle lo desalojó de Chilihué en enero de 1878. En el mes de noviembre del mismo año, avanzó en su búsqueda hasta Lihuel Calel, donde Namuncurá se había asentado, y forzó su fuga hacia la cordillera.
Durante un tiempo pudo escapar de las cacerías realizadas por el Ejército nacional y se refugió en la Cordillera de los Andes.
El 21 de marzo de 1884, cuando parte de su familia había sido capturada, finalmente se rindió. El comandante Pablo Belisle fue el que lo recibió en el fortín. “Es un hombre que tendrá cincuenta años más o menos, bien conservado, de cara abierta y despejada que inspira mucha simpatía”, escribió luego el militar. “Todos los indios lo adoran y se puede considerar entre ellos como un verdadero monarca”.

Namuncurá en Buenos Aires, con parte de la comitiva con la que visitó a Julio Argentino Roca.
Por su alta investidura, el presidente Julio Argentino Roca había dado expresas instrucciones de respetar su vida, nombrarlo “Coronel de la Nación” y asignarle un sueldo mensual con cargo al erario público. Consciente de su importancia, Namuncurá pidió de inmediato parlamentar con el mandatario en Buenos Aires. De jefe a jefe.
Luego de un breve paso por Fuerte Roca y Carmen de Patagones, Namuncurá fue llevado al puerto de Bahía Blanca por el padre salesiano Domingo Melanesio. Desde allí se embarcó en el vapor Pomona con destino a Buenos Aires, acompañado de una numerosa comitiva, con la intención de reunirse con las autoridades, ratificar su rendición y gestionar tierras para su tribu.
El profesor y periodista francés Juan Mariano Larsen escribió para la Revista de la Sociedad Geográfica Argentina los pormenores de su estadía en la capital. “A bordo del vapor francés Pomona llegó el domingo a Buenos Aires el famoso cacique Namuncurá, hoy sometido, acompañado de quince indios de su tribu y cuatro mujeres. Vestía pantalón punzó con franja dorada, un sobretodo negro bastante largo y usado con presillas doradas y kepí negro con cinco galones. Casi todos sus acompañantes son jóvenes y robustos. Ayer temprano fueron conducidos todos hasta la Casa de Gobierno por el mayor Linares, que los acompañó desde Patagones”, escribió.
La tarde del 26 de junio de 1884 se reunió con Roca. El cacique, relataron los cronistas, llegó muy puntual a la cita. Acompañado de sus hermanos y luego de reunirse primero con el ministro de Guerra, Benjamín Victorica, fue conducido al despacho del presidente Roca. Si bien uno de sus hermanos hizo de intérprete, aquello no era en verdad necesario: Namuncurá hablaba español.

Namuncurá, con uniforme militar, flanqueado por dos de sus hijos, Julián (izquierda) y Ceferino (derecha), en 1905.
Se estableció posteriormente en Chimpay, provincia de Río Negro, donde le dieron a toda la tribu unas pocas hectáreas. En 1886, fruto de su relación con la cautiva Rosario Burgos, nació Ceferino Namuncurá. Es el hijo que fue llevado al Vaticano, donde murió y posteriormente la Iglesia Católica decidió beatificarlo.
Namuncurá repitió visitas a Buenos Aires en 1886, 1894 y 1897. Alcanzó finalmente del Gobierno el otorgamiento de los campos en San Ignacio, en la confluencia del arroyo San Ignacio con el río Aluminé. Falleció en San Ignacio el 31 de Julio de 1908, a los 97 años de edad. Fue enterrado en el cementerio de la colonia. Hoy se desconoce la ubicación del cuerpo.