Por Norberto G. Asquini
La Pampa es peronista. Desde su creación como provincia, pero sobre todo desde 1983. Y este domingo quedó ratificada en las elecciones provinciales la continuidad del oficialismo en la renovación, la vigencia de un modelo, la imbatibilidad de una estructura. La mayoría de los pampeanos votó por la provincia de la normalidad. Son cuatro décadas del mismo color político. El PJ pampeano integra el cerrado club de cinco oficialismos provinciales que tienen el mismo récord.
No es la provincia que muchos otros pretenden o sueñan, pero es la posible, la de la normalidad. La que paga los sueldos estatales en tiempo y con aumento, la que llega con los servicios a todos los pueblos, la que tiene mejores condiciones de vida comparativamente con otras provincias, la que frente al derrumbe de un país puede afrontar la crisis. Después podemos discutir las deudas pendientes de la democracia y del PJ, de las prácticas de gobierno o de la eficiencia estatal.
Cuando el gobernador Carlos Verna anunció que no buscaría la reelección por la enfermedad que debía afrontar a fines del año pasado, hubo pronósticos demasiados optimistas desde la oposición de que se terminaba un ciclo político, y hasta por parte del periodismo de una «carnicería» dentro del peronismo por la sucesión. Fallaron todos. Como se indicó en esta columna, todo se ordenó por una conducción, la de Verna; un proyecto, la del Estado peronista; y la lógica del poder dentro del PJ. La debacle de Macri y de Cambiemos sumidos en una profunda crisis económica hizo el resto. Y en esta elección de 2019, por primera vez desdoblada por el gobierno provincial de la presidencial, tuvo mucha influencia del escenario nacional para consolidar el predominio, y ya hegemonía, del Partido Justicialista en La Pampa.
Sergio Ziliotto se convirtió en el mandatario electo, y en el nuevo gobernador de un nuevo ciclo dentro del peronismo pampeano, y de la historia de la provincia, que es la post generación del 83. Hacia adelante la política local inicia una nueva etapa, pero sobre las bases y la continuidad del peronismo.
La victoria de Ziliotto, y sobre todo la contundencia de los triunfos de Luciano di Nápoli en Santa Rosa y de Fernanda Alonso en General Pico, sumada a otros triunfos rotundos en el interior, son parte también de la ola del «voto castigo» a Cambiemos y de la «ola peronista» que comenzó a conformarse en el país. No hubo sorpresas en la provincia donde ya el resultado estaba puesto, tampoco lo fue en Santa Rosa, aunque estaba más discutida. Cambiemos perdió otra capital provincial a manos del peronismo. Y a manos del kirchnerismo, una lectura que los medios nacionales no dejaron de resaltar luego de la estratégica decisión de la ex presidenta CFK de reformular la fórmula con Alberto Fernández como candidato a la presidencia y ella como vice.
Esta elección demostró además lo vertiginoso de los cambios políticos y de humor de la sociedad. Pasa en el país, pasa en La Pampa. En 2017 el PJ quedó sacudido por la «ola amarilla» y apenas ganó las legislativas nacionales por solo 76 votos. Las ejecutivas iban a ser una revancha. En 2018 desbarrancó Macri y su marca Cambiemos con una crisis económica de magnitudes. Ahora el peronismo arrasó en las urnas.
El PJ se llevó todo. La oposición apenas pudo sostener algunos gobiernos locales. El recordado grupo ABBA, en una de sus más difundidas canciones, dice «El ganador se lo lleva todo/ el perdedor se empequeñece/ ante la victoria,/ ese es su destino». En La Pampa, siempre hay un ganador. Y es el mismo.