En el invierno de 1979, en las Salinas Grandes de Hidalgo -cerca de la localidad de Macachín- se registró un hallazgo paleontológico inédito: los huesos de una de las aves más grandes del mundo, que se estima tenía con sus alas extendidas una envergadura de hasta 8 metros, es decir, similar a un avión Cessna.
El descubrimiento, fabuloso, fue realizado por los doctores Rosendo Pascual y Eduardo Tonni. La bautizaron Argentavis Magnificens.
En vida, las alas tenían envergadura de unos 8 metros, del pico a la cola tenía 3,5 metros y unos 2 metros de altura. Las plumas mas largas pudieron tener 1,5 metros de longitud, con un ancho de 20 centímetros. Su peso está calculado entre 80 y 100 kilogramos.
Era un tamaño algo considerado excesivo para un ave voladora. Sin embargo, según han demostrado unos científicos del Museo de Historia Natural de Los Ángeles, sí que lo hacía, aunque su fuerte era el planeo.
«Era una fría mañana del mes de julio en las Salinas Grandes de Hidalgo, provincia de La Pampa, muy cerca del Iímite con la provincia de Buenos Aires», recordó luego Tonni. «Estábamos concluyendo una prolongada campaña de búsqueda paleontológica coronada por el éxito, pero aún nos esperaba un sorprendente hallazgo. Sobre el piso de un cauce seco asomaba un conjunto de huesos; en principio reconocimos su pertenencia a un ave pero el tamaño de los fósiles era de tal magnitud que dudamos. Más tarde estos restos tendrían un nombre científico identificatorio: Argentavis magnificens, el ave voladora de mayor tamaño que habitó en la Tierra», contó.
Los huesos fueron hallados en sedimentos que oscilan entre 8 y 6 millones de años antes del presente. Se trataba de una enorme ave hasta entonces desconocida.
Fue estudiada por Kenneth Campbell y Eduardo Tonni en 1980. Se estima que, por el tamaño, no era capaz de levantar vuelo mediante el aleteo, ni tampoco existían condiciones erógenas como para permitirles arrojarse desde alturas. Pero probablemente utilizara los fuertes vientos cálidos y ascendentes provenientes del Pacífico, ya que la cordillera de los Andes no poseía las alturas actuales, para lograr tomar vuelo y planear.
¿Cómo era su reproducción? Se concluyó que ponía un solo huevo cada dos años, de 1.052 gramos, incubándolo por 64 días. Una vez eclosionados los pichones permanecerían en el nido unos 230 días y 190 más alrededor de él. Así mismo la tasa de mortalidad anual era inferior al 1,9 %, por lo que tomando en cuenta estos datos y el tamaño del área necesaria por ejemplar para sobrevivir se está en presencia de un animal de pocos ejemplares de vida longeva distribuidos por un territorio inmenso. Un tipo de evolución asombrosa y muy rara.
«En la época en que Argentavis vivió en Salinas Grandes -dijo Tonni- su presa favorita debió ser Paedotherium, un mamífero parecido a un roedor -aunque nada tiene que ver con éstos- del tamaño de una liebre. Paedotherium representa más del 60 o/o del total de individuos de mamíferos coleccionados en el yacimiento paleontológico de Salinas Grandes. Las presas eran muertas por picoteo antes de ser deglutidas. Probablemente también eran golpeadas contra el suelo desde una posición de descanso (recuerden que la altura de Argentavis era de unos 2 metros), o aún sofocadas por el peso del cuerpo. Téngase en cuenta que un animal del tamai\o de una liebre debió representar para Argentavis lo que un pequeño ratón para un águila».
La historia de Argentavis comienza y concluye en el Mioceno tardío de Salinas Grandes. «Desde ese momento perdemos el rastro de los teratornitos en la Argentina, reapareciendo en el norte de América del Sur y en América del Norte en el pleistoceno. Allí finalmente se extinguen unos 10 mil años antes del presente. ¿Qué causó su extinción? Los cambios climáticos que produjeron dramáticas modificaciones en los ambientes o la competencia con mamíferos carnívoros son dos probables causas. Seguramente no son las únicas y las respuestas, en muchos casos, continúan su sueño en las capas sedimentarias de la tierra a la espera que alguien pueda comprenderlas«, dijo Tonni.
El Argentavis se suma a otros gigantes que poblaron el territorio argentino. Entre ellos, el dinosaurio más grande del mundo, el Argentinosaurus Huinculensis, y uno de los dinosaurios carnívoros más grande jamás encontrado, el Giganotosaurus Carolini.