Por Norberto G. Asquini
La política nacional y provincial también entraron en cuarentena obligatoria desde hace semanas. La actual emergencia sanitaria por la pandemia del coronavirus volcó todos los esfuerzos a la gestión diaria. Quienes están al frente de los ejecutivos, desde el presidente Alberto Fernández, pasando por el gobernador Sergio Ziliotto y hasta las y los intendentes, se pusieron al frente de esa lucha y se encargaron de comunicar las medidas más contundentes adoptadas por sus gobiernos. No hay tibios en esta pelea.
Si en el verano hablábamos en esta columna de la política de la emergencia en los gobiernos que asumían, en un país atacado por la crisis económica y en el que no había aún mención del coronavirus, ahora estamos inmersos en la política de la urgencia. El día a día es gestión pura. No hay lugar para otra cosa.
Gestión de la urgencia
Los gobiernos deben afrontar no solo un posible contagio masivo, del que tenemos ejemplos dramáticos en otros países, sino también la persecución de los irresponsables que no respetan el aislamiento obligatorio. La gestión de la urgencia sirve ahora para evitar una catástrofe mayor. Si el gobernador Ziliotto cierra las rutas provinciales y saca la policía a las calles es porque la propagación de la enfermedad colapsaría el sistema sanitario y aumentaría geométricamente el número de contagios y de muertes.
Es por eso que el presidente Fernández logró encolumnar a toda la dirigencia política detrás de una de las decisiones más trascendentales que un gobierno haya tenido que tomar en la historia, señala la periodista Gabriela Pepe. Unidad de acción, que le dicen.
La urgencia dejó sin lugar a cualquier planteo político que no tuviera que ver directamente con la prevención y la lucha contra el coronavirus, y la oposición adoptó una postura condescendiente. La grieta desapareció por el momento. No hay posibilidades de planteos sobre las medidas en marcha. Hacerlo ahora sería un suicidio. Los gobiernos gestionan, el resto acompaña.
Apelar al miedo
La política pasa por la gestión y los gobiernos deben demostrar su presencia y eficiencia. De ahí las medidas que se tomaron y se siguen tomando. Desde que el ministro de Salud, Ginés González García, asumiera que no había tomado la problemática como debía, llegaron de inmediato las medidas in crescendo del presidente hasta declarar la cuarentena obligatoria. El especialista en comunicación Mario Riorda afirma que no es suficiente apelar a la buena voluntad de la ciudadanía para evitar los contagios y que el miedo es la herramienta fundamental en una comunicación de riesgo. Solo de esta manera se cambian conductas. Los gobiernos también debieron afrontar la batalla de la comunicación ante una población que tiene como extremos un exitismo alarmista que lleva a la psicosis colectiva y una irresponsabilidad desaprensiva y delictiva. Es ese amplio y complejo gris entre ambas el que debe ordenar un gobierno. Haciendo frente a la desinformación y las fake news.
El Estado en todo
A los gobiernos no les gusta dar malas noticias, prefieren trabajar bajo un esquema de noticias positivas. Pero la política quedó también en cuarentena y solo hay un tema urgente, prioritario y central. La solución de la crisis económica y los proyectos en marcha o anunciados son noticias viejas. La iniciativa que le había impuesto Ziliotto a sus primeros meses al frente de su gestión, quedaron congelados por el momento. Las y los intendentes observan cómo la economía local se derrumba y los fondos que necesitaban para otras cuestiones deben ponerse en lo social.
Hay un debate político igualmente de fondo que a nadie le escapa. Si en un comienzo, cuando el coronavirus era solo una noticia en la sección internacional tan lejana como China, se pensó que el tema iba a servir al gobierno nacional para disimular la falta de buenas noticias en lo económico, esa cuestión se deshilachó en los hechos. Ahora las consecuencias económicas serán mayores. Todo el mundo la está sufriendo.
Algo sí quedó en claro. La presencia del Estado. Sin un Estado que asuma la crisis, no es posible esta lucha. Desde el nacional hasta el local. Desde declarar la cuarentena hasta cerrar las rutas y caminos para frenar y perseguir a las y los irresponsables.
“Creíamos que el miedo a morir convertía a ateos en creyentes, pero resulta que convierte a neoliberales en keynesianos”, se tuiteó acertadamente por estos días. La presencia del Estado (todo, hasta la policía en las calles) evita muertes. Al contrario, la ausencia del Estado provoca que vuelva el sarampión por falta de vacunas. En 2019 las urnas escogieron un Estado con amplia presencia, al que se le exige y pide que sea más eficiente y menos despilfarrador. Pero se termina cualquier planteo individualista liberal o debate por un Estado mínimo cuando la crisis golpea. Y cómo.
Y mientras tanto
La policía recorre las calles, los irresponsables hacen la suya y el grueso de la población aguarda expectante en sus casas qué puede llegar a ocurrir. Esperan cuándo golpeará la bestia que no tiene forma, pero que se sabe recorre las calles y está expectante. Los incrédulos, los soberbios, los insensibles siguen tentando la suerte.
“Todos los días son como si fuera domingo, / todos los días son silenciosos y grises”, describe Morrissey en Everyday is like Sunday lo que es una vida que está a la espera de que le caiga la bomba en medio de la hecatombe. En La Pampa se anhela, en cada casa, que pasen esos días sin consecuencias. La bestia está rondando afuera.