Por Sergio Romano
“Mientras estamos en casa, si necesitas ayuda sobre algo que le hayan encargado a tu hijo o hija, contáctame y sin ningún tipo de costo te apoyo. Soy educadora de nivel primario y con mucho gusto te resolveré tus dudas a distancia. ¡Vamos a salir de esto!”. El mensaje fue replicado por decenas de maestras, en decenas de redes sociales y en decenas de localidades de La Pampa. Y numerosas familias, en medio de la cuarentena obligatoria para prevenir la pandemia del coronavirus Covid-19, recurrieron a ellas.
Cindi Romano, de 25 años, es una docente de Relmo que hace unos tres meses se recibió y aún no estrenó título. «Me ofrecí a ayudar ni bien suspendieron las clases, antes de la cuarentena, y al rato varias familias de Relmo ya me empezaron a llamar», se entusiasma.
Cindi -hija de Mónica, que estudia enfermería, y de Oscar, empleado municipal- se recibió de maestra en diciembre del año pasado en la Facultad de Ciencias Humanas de la UNLPam, en Pico. Su último final fue con la vicerrectora de la universidad, Verónica Moreno.
Este año, no consiguió trabajo en las escuelas. Pero la espera dice que no la desespera. Por ahora.
«Me escribieron para ayudar a unos tres chicos y chicas, todos de la Escuela 68 de Relmo. Estoy ayudando y estoy contenta», dice. También la consultaron por alumnos del secundario.
En Relmo, con unos 120 a 150 pobladores según a quién se le consulte, hay una, dos, tres despensas. También una carnicería y ningún negocio de fotocopias estilo Copimax, Copi-Todo o Copi-Relmo. En el boulevar Independencia no hay ningún negocio de fotocopiadoras. Está chequeado. “Como no hay ningún comercio donde se puedan hacer fotocopia, mi papá me llevó en su auto a Catriló, a unos 18 kilómetros, para imprimir siete copias de las tareas que les dieron a los chicos de Relmo que van al secundario de Cané”, cuenta. Ahora también está ayudando a los chicos de la secundaria. «Todos, desde el lugar que ocupemos, podemos ayudar», dice.
Un desafío y aprendizaje para Mirna
Los pobladores de Villa Mirasol dicen, afirman y aseguran que Villa Mirasol tiene uno de los nombres más lindos de los 80 pueblos de La Pampa. Tiene también 113 años, unos 600 habitantes, una escuela primaria, un colegio secundario, tiene, como todo pueblo pampeano, dependencia directa con el campo y tiene a Mirna Salvetti.
Esta docente -que se recibió en Córdoba- es de Miguel Cané. “Hija de una maestra, Blanca, y de un conocido médico ya jubilado, Rodolfo”, cuenta.
Hoy vive en Villa Mirasol, junto a Catalina, su beba de 9 meses, y su pareja Juan. Es de esas maestras que las llaman viajeras: todos los días debe trasladarse a Winifreda, distante a 50 kilómetros, para dar clases. “Todos los días son 100 kilómetros de viaje”, cuenta.
“Como docente quiero aportar mi granito de arena para la situación que estamos vivimos hoy en día. Por eso a través de las redes sociales me ofrecí a brindar apoyo al que lo necesite”, cuenta.
Mirna es docente de 1° y 2° grado turno tarde de la Escuela N° 104 Roberto Fredio Frediani, de Winifreda. “A partir de las medidas tomadas por Nación y Provincia, comenzó este gran desafío para la totalidad del sistema educativo”, dice. “En lo que a mí respecta, acato las directivas o sugerencias brindadas por el equipo de gestión de la institución educativa. Las cuales son brindadas e informadas por un grupo de Whatsapp que tenemos. Esta modalidad al principio era confeccionar un cuadernillo con actividades planificadas por mi o extraídas de la página del Ministerio de Educación, las cuales son acordes para que los estudiantes pudieran realizarlas en su hogar solos o acompañados por un familiar”.
«A partir del grupo de Whatsapp de los papás y mamás, además, ellos nos mandan fotos y estamos muy contentas de recibirlas y ver cómo trabajan día a día junto a su familia», cuenta.
Dar una mano
En Villa Mirasol, la del nombre-tal-vez-más-lindo, hay más maestras solidarias. Está por ejemplo Sandra Justus y están sus ganas de ayudar. “Como es un pueblo chico, nos conocemos todos y las consultas las hicieron por teléfono. Siempre para tratar de dar una mano”, cuenta.
Sandra, hija de Luis y Rosana, se recibió de maestra en el Instituto de Formación Docente de Barón. Tiene 26 años, un DNI que dice que cuando era chica vivió en Barón y Mayer, un nene de 3 años al que llamó Joaquín, su pareja Gino con el que convive hace 10 años y un sueño para cuando termine la cuarentena. “Quiero que esto termine de una vez y que vuelva todo a la normalidad para estar con los estudiantes en la escuela”, dice, desde su casa, a Diario Textual. «Lo que más extraño, es a los nenes».
También está ayudando, por supuesto, a los alumnos de tercer y cuarto año de su Escuela 67. “Traté de darles actividades para que puedan recuperar los saberes y, cuando vuelvan las clases, los tengan fortalecidos”, explica. Pero también recibió consultas de estudiantes del secundario. “He recibido consultas de otro chico de la primaria y otros dos del secundario. Ayudo en lo que puedo”, dice. «De esto, salimos juntos», finaliza.