Hucal, el pueblo ferroviario que alguna vez supo tener unos 600 habitantes y ahora está abandonado, cumple este domingo 130 años.
El día del cumpleaños, al menos, es simbólico: no hay registros de la fecha exacta de su fundación, por lo que, por su pasado ferroviario, se decidió recientemente que los festejos se realicen todos los 30 de agosto. Ese es el Día del Ferrocarril.
El pueblo fue el quinto asentamiento urbano establecido en la historia de La Pampa. La localidad -que se encuentra ubicada al sudeste de la provincia, en la línea ferroviaria entre Toay y Bahía Blanca- nació bajo el cobijo de la Estancia Hucal, que llegó a tener una extensión de 80000 hectáreas. Su dueño original fue el acaudalado porteño Antonio Cambaceres.
Por allí ingresó, en 1891, el primer tren al entonces territorio de La Pampa. Hucal, incluso, fue punta de rieles.
La colonia ferroviaria tuvo una infraestructura imponente: se destacó su gran galpón para mantenimiento de locomotoras y una veintena de unidades habitacionales que brindaban alojamiento a empleados del ferrocarril.

Ahora, según ha podido averiguar Diario Textual, solo quedan un par de habitantes, el galpón abandonado, las casas destruidas y vandalizadas y los rieles dormidos. Hace años que no pasa ni un tren.
El único servicio que continúa activo es el de la Escuela Provincial Nº 118, que se resiste a la desintegración del tejido social hucaleño.
El pueblo está dormido. Es uno más de la lista de los llamados pueblos fantasmas.
Hace una década, apenados por el escenario de desolación de Hucal, un grupo de personas -constituido por algunos antiguos habitantes del pueblo y entusiastas de otras localidades- decidió conformar una asociación civil para trabajar por la memoria de la localidad: así nació en 2011 la Asociación Hucal Despierta.
La asociación, la escuela y la Universidad Nacional de La Pampa han empezado a trabajar con el objetivo de contribuir al rescate de la localidad para su puesta en valor como patrimonio cultural y paisajístico pampeano.
De esta manera, han empezado a festejar cada 30 de agosto el cumpleaños de la localidad, en consonancia con el Día del Ferrocarril. Este año, por la pandemia, esos festejos no se pudieron realizar.
Pero en las redes sociales, integrantes de la asociación han recordado a su Hucal. María Isabel de la Cruz fue una de las pobladoras y recuerda que en el pueblo no había médico ni farmacia. “Si había un caso de urgencia se recurría a un vecino con automóvil para trasladarlo a Bernasconi. El ferrocarril luego destinó una máquina con un vagón para los traslados”, cuenta. “Entonces un grupo de ferroviarios con otros vecinos del lugar lugar, decidieron crear una asociación para gestionar, ante el gobierno provincial, la creación de una sala de primeros auxilios. El primer presidente fue Hugo Diluciano. La sala funcionaba solo los sábados a la mañana, el médico Jorge Barni, la primera enfermera fue la señora Pocha Duprá. Luego la reemplazó Susana Obholz. Posteriormente el furgón fue reemplazado por una ambulancia traccionada por un motor a nafta. También estaba dotada de una camilla”.
Claudia Boix no puede contener la emoción. “Hablar de Hucal para mí es hablar de infancia, de escuela, de amigos de ese tiempo, de recreos y campanas, de actos escolares, de tardes de juegos y te con leche, de siestas de verano interminables hasta que llegaba la hora de ir a la pileta y nos ardían los pies de pisar la arena caliente”, dice. “Es ir a esperar a mis abuelos al tren con mi papá iluminando el camino con una linterna, es juntar ollas y ollas de piquillín con mi abuela, recorrer la vía buscando carjeja, salir a caminar las noches con luna. El club,donde vi la primer obra de teatro. Es el almacén de Mondelo, la verdulería de Morales y la carnicería que parecía quedar tan lejos”.
“Es el farol de noche que había que bombear cuando la luz bajaba y las lámparas a kerosene. Y así podría seguir enumerando tantos momentos… La vida nos va llevando lejos de ese lugar y de ese tiempo, pero siempre hay algo que nos lleva de vuelta a recordarlo, un aroma, un nombre, un paisaje. Todos los amigos que fui haciendo en la vida lo conocen, de algún modo siempre va a seguir siendo mi casa. Por eso un poco en broma y otro poco en serio, cuando alguien lo nombra le digo: ‘ponete de pie estás nombrando a mi pueblo’”.
Nora Guarino recuerda que el panadero que venía de Bernasconi. “Era don Kedak, dos veces por semana al almacén de Modelo. Recuerdo ir a buscar la galleta de campo que tanto le gustaba a mí papá”, dice.
María Isabel de la Cruz recuerda las fiestas de La Fraternidad. “La Fraternidad es el gremio que nuclea al personal de conducción, maquinistas y foguistas. La celebración era el 20 de junio, pero a veces se corría al sábado o domingo. Era una hermosa fiesta, cena y baile. Las familias colaboraban con algunos platos”, dice.
Marta Susana Obholz es docente jubilada. “Fui la única que fue alumna y maestra de esa escuela”, sostiene.
Hoy Hucal, en medio de su sueño, cumple años.