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Salliqueló: a diez años de la destrucción del monumento al Golpe de 1955

8 de junio de 2021
Salliqueló: a diez años de la destrucción del monumento al Golpe de 1955

Por Javier Vogel (Télam)

En la madrugada del 2 de febrero de 2011, diez personas llegaron a la ciudad de Salliqueló, en el oeste de la provincia de Buenos Aires, con la intención terminar a mazazos lo que hasta entonces no había podido resolver el debate político.





Platense




Los desconocidos querían poner fin a la existencia del monumento emplazado 55 años antes para rendir honores al golpe de estado que derrocó a Juan Domingo Perón, el 16 de septiembre de 1955.

La estatua, ubicada a metros de la plaza principal del pueblo, había dividido a los sectores más politizados de Salliqueló desde el mismo día de su inauguración. Sin embargo, ninguna discusión había logrado interpelar al conjunto de los salliquelenses que, con el correr de los años ya habían incorporado a su cotidianeidad aquel “Monumento a la Libertad”, ignorando en muchos casos el sentido que le habían impuesto sus promotores.

Después recorrer los 416 kilómetros que separan Salliqueló de la ciudad santefecina de Venado Tuerto, Guille, la Vasca Naty, Tommy 2 y “el Mormón” entraron por el acceso principal a bordo de un Ford Fiesta color amarillo.





Cien kilómetros antes de llegar, el “Comando Cacarulo” –así habían decidido identificarse-, se reunió en Trenque Lauquen con el grupo del “Movimiento Nacional Revolucionario” (MNA), integrado por Diego, Jonathan, Manuel y Miguel, que viajaban desde Buenos Aires y Quilmes en una Peugeot Partner blanca.

En el punto de encuentro comieron unos choripanes y revisaron el plano que había hecho Toni, otro de los integrantes de la misión, que se desplazaba a bordo de una Kawasaki Ninja 250.

Montado en esa misma moto, había visitado la ciudad previamente para tomar notas y dibujar la ubicación de la Municipalidad y la comisaría, trazar la ruta de escape y, lo más importante, el croquis con la dirección del objetivo en 25 de Mayo y Pueyrredón.

Todo marchaba de acuerdo a lo planeado, pero poco antes de llegar a esa esquina, un patrullero interceptó a la Partner blanca para identificar a esos desconocidos que daban vueltas por la ciudad. Para disimular preguntaron dónde podían comer: la respuesta poco amable fue escoltarlos hasta el acceso.

El Ford Fiesta y la moto los siguieron discretamente hasta que volvieron a reunirse a un costado de la ruta para analizar el contratiempo. La decisión fue volver al pueblo y seguir adelante con la empresa.

Cuando llegaron a la plaza, sólo quedaba una pareja que interrumpió los besos para mirar a esos desconocidos que bajaron corriendo de los dos vehículos para pegarle con furia al “Monumento a la Libertad”.

“La operación duró alrededor de 30 segundos, pero para nosotros fue interminable, la comisaría estaba cerca y la adrenalina era mucha”, contó a Télam diez años después uno de los integrantes del grupo de militantes peronistas.

“Apenas empezamos a golpearlo, nos pareció que era mucho más duro de lo que creíamos y el ruido de los golpes era muy fuerte en el silencio de la noche”, relató a Télam Guillermo Viganó, uno de los que llegó desde Venado Tuerto.

Sobre un pedestal de hormigón de unos dos metros estaba montada la figura: un rostro con un brazo extendido que sostenía una antorcha.

“El monumento era hueco y el pico lo perforaba pero no lo rompía. Además la maza tenía un mango corto y la figura estaba más arriba de lo que habíamos calculado”, recordó.

Al otro lado de la plaza, los impactos sonaban cada vez más estridentes. Era cuestión de segundos para que la policía reaccionara.

Uno de los golpes de Diego fue tan potente que el pico quedó trabado. “En ese momento salté con el brazo estirado y con toda la fuerza del cuerpo le di un mazazo al pico. Ahí se derrumbó”, rememoró emocionado Viganó.

Apenas cayó, los militantes se abalanzaron y terminaron de molerlo a martillazos. Todo menos un fragmento que todavía se conserva como testimonio de aquella jornada.


Cuando llegaron los uniformados, los forasteros ya habían emprendido la retirada hacia Trenque Lauquen, donde los grupos volverían a separarse.

Las actuaciones fueron caratuladas como “Daño” ante la UFI N° 1 del Departamento Judicial de Trenque Lauquen, que no avanzó demasiado en la investigación.

Ese mismo día, Télam reflejó el hecho con un cable que decía: “Un grupo autodenominado ‘El pueblo de la Patria’ destruyó en la madrugada del miércoles el monumento construido en la ciudad bonaerense de Salliqueló, que reivindicaba el golpe militar que derrocó al gobierno de Juan Domingo Perón en 1955”.

El despacho de la agencia reflejaba el contenido de los volantes que habían dejado los autores: “Salliqueló, capital nacional del homenaje a los golpes de Estado ¡Basta de reivindicar a golpistas asesinos! Bombardearon Plaza de Mayo dejando cientos de heridos y miles de muertos. Fusilaron, asesinaron, masacraron, torturaron y encarcelaron a un pueblo”.

El portal local Veradia.com publicó el manifiesto del “Instituto por la memoria del pueblo”, que reivindicó el derribo y el 5 de febrero el “Movimiento Nacional Revolucionario” publicó en YouTube un video con una proclama e imágenes de los militantes en plena faena.

Tres años después, en 2014, Natalia Jaureguizahar Serra publicó el libro “Notas de militancia para siempre volver”, en el que incluyó el texto titulado “36 segundos”. Era un relato en primera persona con detalles de la preparación y ejecución de la rotura del monumento de Salliqueló.

“Luego de ver que las vías diplomáticas se habían agotado, sin obtener respuestas, en noviembre de 2010, nace la idea de hacer nosotros mismos, lo que evidentemente las autoridades locales no iban a hacer”, se sinceró.

Lo que según el escrito de Jaureguizahar Serra había empezado “casi como en broma”, un mes después se había convertido en un plan que terminaría de concretarse aquel 2 de febrero de 2011 cuando el “Monumento a la Libertad” terminó despedazado sobre el pavimento.

Con la caída del último trozo de la obra del escultor bonaerense Máximo Maldonado, lejos de aplacarse, en Salliqueló volvió a discutirse la pertinencia de conservar aquel emblema. Diez años más tarde, el debate continúa sin haber logrado ninguna síntesis.


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