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Ro Ferrer hizo una ilustración de Sofía Viale, a 9 años de su femicidio

31 de agosto de 2021
Ro Ferrer hizo una ilustración de Sofía Viale, a 9 años de su femicidio

Sofía Viale, con los pelos al viento, está sonriendo. Así eligió dibujarla Ro Ferrer, ilustradora, comunicadora y activista feminista, a 9 años de desaparición y femicidio de la chica de General Pico.

Hace nueve años, el 31 de agosto de 2012, toda la comunidad de La Pampa quedó conmovida por la desaparición de Sofía Viale, de 12 años de edad, en la ciudad de General Pico. Fue violada y asesinada. Su femicidio conmocionó al país.





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La niña había sido vista con vida por última vez el viernes 31 de agosto de 2012, luego de salir a vender panificados caseros que realizaba su madre en su casa, ubicada en el barrio Indios Ranqueles, de General Pico.

El cuerpo de la niña fue hallado el 5 de noviembre de 2012. Estaba enterrado en el patio trasero de la casa de Juan José Janssen, a cien metros de su hogar.


El hallazgo del cuerpo se produjo de casualidad. Fue a raíz de la violación de otra adolescente de 14 años, quien también fue atacada por Janssen.





El padre de la nueva víctima llegó a la casa donde su hija fue violada y produjo varios destrozos. Así dejó, sin saberlo, el camino allanado a la Policía y a la Justicia para esclarecer el escenario de la muerte de Sofía.

El confeso violador y asesino, Juan José Janssen, en ese entonces de 32 años, tenía sobre sus espaldas cinco casos de abusos, uso de armas y lesiones en contra de otras mujeres. En 2013 fue condenado a prisión perpetua. 

Como todos los años, desde Tamboras del Viento recordaron a Sofía Viale. En esta ocasión con una ilustración de Ro Ferrer y un texto escrito por Aimé Kraft, una de las integrantes de la agrupación.

El siguiente es el homenaje de Aimé:

 
Antes vivíamos tranquilxs,  sabíamos que estaban, que había algunxs.  
 
Llegaban rumores, susurros, de vez en cuando alguien decía tener una certeza, pero vivíamos tranquilxs.
Todxs sabíamos que había monstruos, más habitaban lejos, se escondían en otros placares, salían de otras cloacas, no les veíamos a la luz del día.
 
Lxs hijxs iban tranquilxs a la escuela, al club, corrían libres por las plazas…
 
Un día una hija desapareció, la llamaron y no regresó, la buscaron en casas de amigxs, en casas de la familia, hasta en el baúl del auto del abuelo.  
 
Disfrazaron de monstruos a personas que no lo eran, pusieron cruces sobre espaldas frágiles, señalaron sin ton ni son, más la hija no aparecía.
 
Todxs lxs hijxs adentro!
 
Acá no salen más solitxs!
 
¡Hay un monstruo suelto!
 
¡Este no le teme a la luz!
 
Pasaban las semanas, la llanura se come los sentimientos, los disuelve como esas pastillas sublinguales, ahora están, ahora no están.
 
Más el monstruo seguía ahí, agazapado, esperando, y hasta quienes lo querían negar, cuidaban un poco más de lxs hijxs.
 
Son más fáciles las ausencias cuando son ajenas, le duelen a otrx, es otrx quién no duerme, quién abraza el vacío.
 
Una tarde el monstruo atacó a otra  hijx, y ella logró correr, gritar, señalarle, y así encontraron a la hija que estaba desaparecida, rota, sin vida.
 
Ese día despertamos.
 
Están acá.
 
Pueden ser lxs vecinxs.
 
Pueden ser quién te saluda cada mañana.
 
Puede ser quién tiene que cuidarte.
 
Puede ser cualquiera.
 
¿Con los monstruos se aprende a convivir? ¿se los empieza a identificar?
 
Es mejor despertar que el sopor de la indiferencia.
 
Es necesaria la memoria, porque ahora parecen salir más durante el día, ya no le temen al sol.
 
Y acá siguen lxs hijxs, jugando en las plazas, volando en las hamacas, soñando al mirar las nubes.
 
Y acá seguimos nosotrxs, mirándoles crecer, velando por sus sueños, por más monstruos que haya, aún todxs nos permitimos soñar.
 
No se llenan lo vacíos, la hija que un monstruo se robó nos duele, nos atraviesa, nos moviliza a seguir, nos recuerda que las salidas son colectivas, que la memoria es colectiva, que, si la olvidamos, ahí todxs empezamos a morir.


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