Un 8 de marzo de 1872, hace 150 años, el toki Juan Calfucurá o Kalfukurá tuvo su última batalla. En el paraje conocido como Pichí Carhué (Carhué Chico, cerca del fortín de San Carlos, hoy San Carlos de Bolívar, provincia de Buenos Aires), se enfrentó a las fuerzas del Ejército Argentino comandadas por el general Ignacio Rivas. La historia oficial indica que la llamada Batalla de San Carlos significó una derrota del entonces jefe de la Confederación de las Salinas Grandes, que moriría un año después. Este combate, sin dudas, creó las condiciones para la decisiva llamada Campaña del Desierto del general Julio Argentino Roca en 1879.
En ese momento, Calfucurá residía en Chillhué o Chilihué, un paraje ubicado entre el actual pueblo de Doblas y Padre Buodo, al oeste de las Salinas Grandes de Macachín.
Era llamado el Napoleón de Las Pampas. Guerrero y hábil negociador, desde principios de los años ’30 del siglo XIX comandaba todo el centro de la actual La Pampa, el oeste bonaerense y la zona cordillerana.
El toki -título que los mapuches daban a sus líderes militares- mantenía inestables relaciones con el Gobierno argentino desde 1934, cuando se instaló en las estratégicas Salinas Grandes. Fueron poco más de 35 años de negociaciones, tratados de paz, avances del Ejército sobre el territorio aborigen y sangrientos malones sobre estancias y pueblos bonaerenses.
El 5 de marzo de 1872, el prestigioso cacique inició con 6 mil guerreros -incluidos lanceros de Pincén y los ranqueles de Mariano Rosas- la mayor invasión conocida hasta el momento sobre la provincia de Buenos Aires.
El cacique buscaba un golpe contundente para afianzar su prestigio y desalentar los proyectos del Gobierno nacional de avanzar sobre Carhué.
Entre el 5 y el 8 de marzo de 1872, Calfucurá arrasó los partidos bonaerenses de 9 de Julio, 25 de Mayo y Alvear.
Según la historia oficial, sus fuerzas se apoderaron de entre 150 mil y 200 mil animales, se llevaron 500 personas cautivas y asesinaron a 300 pobladores.
Ese 5 de marzo, se organizó la defensa para tratar de salirle al cruce al cacique en su huida. Para eso, el Ejército contó con los llamados “indios amigos” de las tribus de Coliqueo y de Cipriano Catriel.
El 8 de marzo, Calfucurá regresaba a las Salinas Grandes con el botín obtenido por el camino conocido como Rastrillada de los Chilenos, cuando el comandante general de la frontera sur, el general Ignacio Rivas, le cortó el paso.
Calfucurá dividió sus fuerzas en cuatro columnas comandadas: Renquecurá (hermano de Calfucurá), a la izquierda con 1000 guerreros procedentes del otro lado de los Andes; Catricurá (hijo del toki), al centro con 1000 indígenas salineros y de la tribu de Pincén; Manuel Namuncurá (hijo de Calfucurá), a la derecha con 1000 indígenas del otro lado de los Andes y de Neuquén; y Epumer (hermano y heredero de Mariano Rosas), a la retaguardia con 500 ranqueles.
En tanto, las fuerzas de Rivas estaban formadas por 685 soldados y 940 indígenas aliados de las tribus de Ignacio Coliqueo y Cipriano Catriel.
Rivas dividió sus fuerzas en tres columnas. Entre otras, 800 guerreros del cacique Cipriano Catriel.
Las armas de fuego del Ejército detuvieron los avances de los guerreros de Calfucurá.
En tanto, parte de la batalla se dio con los dos bandos a pie. Se destacaron los guerreros de Cipriano Catriel, de quienes Calfucurá esperaba se le unieran durante la batalla. Sin embargo, Catriel los puso en raya: pidió a Rivas que colocara su guardia personal a sus espaldas para matar a quienes desertaran.
Otros indígenas, mientras se producía la batalla, continuaron arreando el ganado y se alejaron del lugar.
Estanislao Zeballos adjudicó el desbande de las tropas de Calfucurá a la actuación de Catriel:
“La derecha, confiada a Catriel, ofrecía un espectáculo grandioso. ¡Dos mil indios frente a frente! Catriel brillaba en el campo como un general cristiano, por su decisión, por su pericia, por su lealtad y por su heroísmo.
Había desmontado 600 indios y los apoyaba con 400 lanzas a caballo. En el primer choque fue sangrientamente rechazado. El indio ardía de coraje.
-Ellos no pueden ser más guapos que nosotros- gritaba a sus dispersos, y los arrojaba de nuevo a las filas.
Comprendía que sus indios se fingían vencidos y mandó un ayudante a Rivas con este mensaje:
-Que me preste 50 tiradores para fusilar a los cobardes.
Los tiradores llegaron a las órdenes de Domingo Rebución, y Catriel formó a aquellos a retaguardia de sus indios, hizo fusilar a algunos que evidentemente desobedecían y llevó a los demás personalmente al ataque con un brío extraordinario.
Los pampas, viéndose traicionados por los de Catriel, los acometieron con ira, y éstos, obligados a defenderse, se entreveraron a facón y bola, mientras que Catriel al frente de 400 lanceros, flanqueaba y cargaba a fondo a su enemigo rechazándolo por completo”
Finalmente Calfucurá se retiró con sus hombres. Según la historia oficial, las fuerzas de Rivas tuvieron 35 muertos y 20 heridos y las de Calfucurá, 200 muertos y muchos heridos. El Ejército logró recuperar 200 cautivos y 70.000 reses y 15.000 caballos, además de ovejas.
Con el resto Calfucurá huyó hacia las Salinas Grandes. Fue perseguido por solo 14 leguas a falta de parque y suministros y por el cansancio de los soldados. En Chilihué, el toki murió entre el 3 y el 4 de junio de 1873.