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El pampeano Sergio Katz, del desembarco en Malvinas a encontrar el amor en un acto del 2 de abril

2 de abril de 2022
El pampeano Sergio Katz, del desembarco en Malvinas a encontrar el amor en un acto del 2 de abril

Sergio Katz asegura que Malvinas le cambió la vida. Dice que nació el 11 de mayo de 1962, que su pueblo es Bernasconi, que tenía 18 años cuando se embarcó por primera vez en alta mar, que no sabía que iba a una guerra, que aún mantiene en sus retinas las imágenes dolorosas de camaradas muertos, que la “desmavilización” y el destrato produjeron más muertes que el conflicto bélico y, dice, también, que gracias a un encuentro en un acto escolar de hace ocho años comenzaron a sanarse sus heridas.

“Yo soy pampeano, de Bernasconi, y actualmente vivo en Bahía Blanca, donde trabajo de mantenimiento en escuelas. Mi padre (ya fallecido) era Isaac y su madre Julia. Yo soy uno de los 30 combatientes judíos en Malvinas”, cuenta a Diario Textual.





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Katz aún recuerda el día del sorteo para hacer la colimba. “Lo escuchamos por la radio LU2 de Bahía Blanca. Me salió número alto, el 948. Varios de los sorteados, tuvimos que viajar a Santa Rosa y, desde allá, nos llevaron a Puerto Belgrano. Yo fui incorporado a la Armada Argentina en octubre del 81”, sostiene. Hizo una instrucción de unos 45 días en Puerto Belgrano y luego fue asignado al buque ARA Cabo San Antonio.

Tenía hasta quinto año del secundario completo, por lo que fue asignado como “furriel” (oficinista). “Cuando nos embarcamos, no sabía que iba a una guerra. El día 28 de marzo de 1982 empezamos a cargar anfibios al buque y zarpamos del Puerto Belgrano con otras naves, como la Santísima Trinidad”, recuerda.

“El 30 de marzo recién me enteré que íbamos a Malvinas, ya navegando”, cuenta. “Ese día, haciendo una guardia en el sector de máquinas, un suboficial me preguntó si tenía idea a dónde íbamos. Le dije que no, que no tenía ni idea. ‘Vamos a recuperar las Malvinas…’, me respondió. Y yo me reí, no lo creí. Luego, el jefe de Máquinas nos reunió a todos y nos lo confirmó. ‘De ustedes depende esta operación. Van a pasar a ser parte de la historia argentina’, nos dijo”. El desembarco se denominó Operación Rosario.





Las bodegas del buque ARA Cabo San Antonio, con parte de los vehículos anfibios que se usaron en la reconquista de las islas.

El 2 de marzo, a la madrugada, desembarcaron. “El Cabo San Antonio fue el primer buque de guerra en entrar al Puerto Argentino, donde desembarcaron los vehículos anfibios”, dice.

El 2 de abril, a las 6.22, se dio la orden “¡Primera ola al agua!” y, desde el portal de proa del San Antonio, comenzaron a lanzarse al mar los vehículos anfibios, con tropas de élite integradas por el Batallón de Infantería de Marina 2 y la Sección Gato del Regimiento de Infantería 25 del Ejército Argentino.

Katz, desde el buque. Atrás, el Puerto Argentino.

Uno a uno, fueron zambulléndose al mar los tractores anfibios. Se orientaban solo con las balizas que habían colocado los buzos tácticos del submarino ARA Santa Fe.

“Yo estaba en puesto de combate, pero nunca bajé a las islas. Se escuchaban las detonaciones de las armas y fue una sensación cambiante: miedo, alegría, euforia…”, agrega Katz. Las Malvinas estaban, nuevamente, en manos argentinas.

Unos días después, el buque pegó la vuelta a Puerto Belgrano. Para Semana Santa, Katz volvió a Bernasconi. “Fue una revolución el pueblo. Todo el mundo quería saber qué había pasado, cómo había sido el desembarco, todo”, dice.

Los ingleses, sin embargo, volvieron a los pocos días a las islas. Ya en la guerra, Katz volvió a embarcarse. “Navegamos en la zona de exclusión hasta un mes después de la guerra. Participamos en la parte logística, auxiliando a buques averiados, entre ellos Aviso ARA Alférez Sobral. Esa fue una situación muy traumática, recuperando heridos y cuerpos”, cuenta.

Katz participó de las tropas de desembarco, en el ARA San Antonio.

La rendición y el olvido a los combatientes aún le duele. “La posguerra fue muy dura, como la guerra. En la posguerra hubo más muertos por suicidios que en la misma guerra. La llamada ‘desmavilización’ fue muy dolorosa. Fuimos olvidados, apartados, señalados. Nos costó años de terapia. A mí, no me fue bien en muchas cosas… Se quiso tapar Malvinas, pero siento que ahora se acomodaron las cosas. Hoy nos sentimos reivindicados y reconocidos por la gente. Hoy, para que te des una idea, el abrazo es una de las terapias más importantes para un veterano”, dice.

Katz dice que tiene una cuenta pendiente. “Me gustaría volver a las islas, rendirle homenaje a los caídos allí”, sostiene.

Actualmente reside en Bahía Blanca. “Yo creo que somos parte de la historia viviente argentina y por eso doy charlas en los colegios, desde jardines de infante hasta universidades. Yo quiero mantener la llama viva de Malvinas. Que esos chicos y chicas sepan quiénes fuimos. Que lo sepan nuestros hijos. Yo tengo tres hijos: Matías, licenciado en Historia, Ruth, estudiante de Ingeniería en Química, y Salomé, que recientemente terminó la secundaria y va a comenzar la universidad”, dice a Diario Textual.

Tiene un agradecimiento especial para la población de Bernasconi. “Desde 2015 tenemos en el pueblo un monumento, gracias a docentes jubiladas que lo propusieron y llevaron adelante, y a mucha gente que puso ese granito de arena para que podamos rendirle homenaje a los héroes de Malvinas”, cuenta.

Hay otro 2 de abril central para Sergio Katz. “Ese día, pero de 2014, comenzó una historia que me trajo estabilidad total a mi vida, cuando fui invitado a un acto en una escuela de Bahía Blanca. Terminado el acto, una nena quiso sacarse una foto con un veterano. Fui y me saqué la foto con Alma, la nena. La foto se compartió en las redes sociales del colegio y, gracias a ello, conocí a la mamá de esa alumna, Natalia, una maestra jardinera y ‘malvinera’ desde antes de que me conociera. Nos enamoramos y hoy estamos en pareja”, cuenta. “Una historia de amor que nació en una fecha muy especial”, finaliza.

La foto de Katz con Alma, que le cambiaría su vida. A su lado, una maestra del colegio.


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