Los retos virales, una invitación a llevar a cabo algo extremo, suelen ser tan seductores como peligrosos para adolescentes que a menudo son convocados desde las redes sociales a partir de algunas plataformas. Sin embargo, afortunadamente no todos son peligrosos. ¿Qué mueve a los niños, niñas y jóvenes a participar de esos desafíos? ¿Cómo hacer para que los hijos pequeños no pasen varias horas conectados?
La psicóloga María Alejandra Weigel (MP 131) advirtió que los desafíos peligrosos tienen una incidencia significativa en la adolescencia temprana, establecida entre los diez y los 12 años. A quienes atraviesan esa etapa los definió como “adolescentes egocéntricos”, centrados en sí mismos, tratando de hacer lo que ellos quieren impulsivamente. “¿Qué buscan? Persiguen pertenecer y aceptación porque todo se publica y se acompaña con likes y visualizaciones: eso sería hoy una manera de pertenencia”, explicó, sobre ese tipo de conducta.
Pero las publicaciones no siempre son realizadas por otros jóvenes dado que en ese universo conviven también los influencers o personas muy famosas, aunque posiblemente no detrás de los retos peligrosos, pero sí invitando permanentemente a participar de las redes a veces sin medir las consecuencias.
Para la especialista, la principal plataforma y la más seductora es Tik Tok no sólo por la gran cantidad de influencers que contiene sino además por la forma de presentación de sus videos, que rápidamente pasan de moda y enseguida se presenta otro reto. “Tiene muchísimas visualizaciones, lo que la hace muy interesante y los chicos están detrás de eso”.
Consideró que esa necesidad de compartir y publicar material en la web deriva en una cuestión muy significativa, como la exposición de niñas, niños y adolescentes al uso de pantallas, pero principalmente al de las redes.
La profesional de la salud aludió a estudios de UNICEF en Argentina que revelaron que el principal uso está dado en las redes sociales, relegando a las publicaciones, WhatsApp y recién después puede ubicarse en el ranking de preferencias la idea de “buscar algo” en Google. Dentro de esos estudios realizados, el 90 por ciento de los casos de menores confesó que pasó por alguna “experiencia negativa”, relacionada a la visualización de pornografía, imágenes obscenas, violentas o que la instigan. Pero también discriminación por diferentes motivos, ciberacoso, entre otros. “La situación está muy delicada. Considero que el abordaje debería ser colectivo, con mayor compromiso de los estados en el control de este tipo de consumos y también con mayor colaboración del sector privado, que perdió el eje sobre qué es ético y qué no lo es facilitando este tipo de propuestas accesibles”, planteó. “A eso le sigue el rol de la docencia, las familias y también algo que es muy importante ¿qué es lo que tenemos para conversar con los chicos y las chicas?”.
Durante una entrevista que le concedió al Informativo de la Televisión Pública Pampeana (TVPP), la psicoanalista santarroseña resaltó que los chicos tienen una gran capacidad de razonamiento y autocuidado, pero son condiciones que se tienen que estimular. Propuso hablar con ellos sobre ser críticos, interrogarse por qué les están presentando tal contenido y a quién le sirve. “Este ejercicio de pensamiento crítico tiene que ser cada vez más temprano, para evitar lo antes posible este tipo de consumos. Y también a otros, como lo son una determinada variedad de ropa o comidas porque con las redes tenemos permanentemente presente el mercado, a veces con cosas que no son realmente saludables”, alertó.
Declaró que otro aspecto importante es el empático, que se debe desarrollar en los jóvenes para que se “ubiquen en el lugar de un amigo o amiga” a la que le podría estar pasando algo malo por participar de un reto. “Es clave sumar reflexión”, enfatizó.
“Sobre el control del uso de la tecnología es fundamental revisar la propia conducta, verse a uno mismo utilizando la tecnología. Gran parte del descontrol acerca de cómo utilizan la tecnología los adolescentes tiene que ver en cómo los adultos la usamos. Esto es muy antiguo, pero es así: el ejemplo es lo más importante”, recordó.
Planteó el valor de “volver a las fuentes”, en referencia a efectuar otras actividades compartidas con los niños, como lectura o juegos, cuando padres o adultos estén a cargo de los menores. Son opciones fundamentales para que la tecnología no ocupe buena parte del tiempo, incluso ese que se debe destinar a los niños.
– ¿Qué buscan los adolescentes al participar de retos virales o eventualmente de una variada gama de exposición en las redes?
– Fundamentalmente encuentran lazos en lo grupal. Fíjense que se denominan ‘amigos/as’ con desconocidos. Y no necesariamente ocurre que sean personas ausentes de vínculos familiares amorosos o cuidados sino del aislamiento porque los chicos pasan muchas horas solos en sus habitaciones. Buscan esa privacidad que les proporciona el ámbito de estar con estos ‘amigos’ que tanto les seduce. Es muy seductor el grupo de pares. Entonces, no siempre estamos hablando de una falta de vínculos familiares amorosos, por ahí sucede que no están hablando de estas temáticas o no tienen control parental.
– ¿Cómo sería ese control?
– Las aplicaciones de control parental son un recurso inestimable para la familia. La más conocida es el Family Link, de Google, que no solamente permite visualizar la ubicación del adolescente, porque la app está vinculada a su teléfono, sino que además se puede destinar un tiempo de inicio y de finalización para cada aplicación y el uso del celular. A veces hay chicos que pasan muchas horas conectados, incluso de noche, porque los papás suelen estar durmiendo dado que al día siguiente trabajan. Este tipo de recurso da un resultado muy bueno para el control porque nadie puede estar viendo todo el tiempo qué hace un niño, además que a ellos no les gusta que los controlen. Es un servicio gratuito, de utilización sencilla, que recomiendo porque además evita la confrontación permanente para que deje el celular. Así las cosas, la única manera es explicarle al chico que se pone en práctica este recurso. Entonces, en una familia a las 23 o a las 24, por ejemplo, los celulares de los menores se apagan porque los apaga la misma app. Es un recurso, sumado al diálogo y también al convencimiento que las familias solas no pueden.
– ¿Está bien que llegado el momento los padres prohíban el celular o por aquello que las prohibiciones son malas es mejor evitarlas? ¿Hay algún estándar de manejo del teléfono?
– Según la Asociación Americana de Pediatría, que ha estudiado muy bien el tema, recomienda nada de pantalla hasta los dos años de vida, época que debe estar signada por el juego y la interacción. Luego, desde los 12 años, aconseja un uso de dos horas diarias del teléfono móvil. Algo que parece impracticable porque tenemos pequeños con teléfono propio a los seis años ya que se fueron corriendo esas fronteras al influjo del mercado. Y respecto del planteamiento de las prohibiciones, hay cosas que hay que prohibirlas.
– ¿Cuáles?
– Por ejemplo, el uso de plataformas que proponen estos retos virales peligrosos. ¿O qué vamos a esperar? ¿¡Que el niño lo regule!? Si tenés un chico entre diez y 13 años y ves que usa plataformas que invitan a estos retos hay que prohibirlas. Como le prohibimos el alcohol ¿O qué vamos a decir? Si, está prohibido, no hay discusión en eso. En la vida adulta ese menor podrá seleccionar y diferenciar qué es lo mejor pero ahora es el adulto el que debe poner límites. Igualmente, si tiene acceso a sitios pornográficos. Porque de lo contrario con qué criterio vamos a educar y conducir. Se debe prohibir, en la medida que esté comprometida la salud mental y física de los chicos, más allá que se vuelva discutible. Desde todos lados debemos hacer consideraciones y controles sin temer por eso ser los padres o las madres que reprimen. No, me parece que estamos cuidando y esa función no es sin costo. Los chicos se enojan, pelean, nos dicen cosas. Bueno, de eso se trata y será siempre así en la adolescencia ¿quién no ha peleado por tratar de hacer lo que quería? Pero también encontramos los límites.
– ¿Los padres fueron cediendo respecto de los límites en el uso de la tecnología de los hijos?
– Tal vez por aquello que los niños presuntamente saben más que nosotros de tecnología, con lo que no coincido. A ver, los niños son niños y no pueden saber más que los adultos. Podrán, sí, tener alguna agilidad mayor por la repetición del manejo del celular, que además es muy básico. Un chico que usa un celular no es un superdotado, es una cosa muy básica esa aparatología. Es un mito que se ha creado que los chicos saben mucho más que nosotros y entonces hay que dejarlos con el teléfono. No es así, claramente.