Javier Milei no participará de su primera cumbre del Mercosur desde que llegó a la presidencia. El Jefe de Estado decidió esquivar a Lula en medio del fuego cruzado de la semana pasada que empeoró la dañada relación bilateral con Brasil.
El pasado lunes, el presidente de Brasil dijo que no hablará con el libertario argentino hasta que se disculpe por “las estupideces que dijo sobre él y su país”. Milei, lejos de desescamar, respondió en un reportaje de televisión que su par es un “zurdito con ego inflamado” y volvió a calificarlo de “comunista y corrupto”.
Las tensiones se producen en medio de la llegada de cientos de bolsonaristas prófugos que pidieron asilo político y que el gobierno quiere planchar la causa para evitar el tironeo del gobierno que quiera la extradición o la prisión en Argentina o el bolsonarismo que apuéstennos a la amistad con Milei para que los proteja.
El perfil que pueda adquirir el Mercosur con la llegada de Milei es un misterio. La pésima relación con Lula es un problema insoslayable que demora cualquier acuerdo pero al mismos tiempo el bloque atraviesa una parálisis que le impide lograr consensos para adelante.