Por Norberto G. Asquini
Volvió Carlos Menem al debate político, esta vez no en el panegírico dudoso usado por los libertarios para su relato o la presencia de sus familiares en el actual gobierno haciendo sus negocios con contratos con el Estado. Es a través de una serie, y el suceso que representó nos remitió directamente a pensar en las similitudes y diferencias entre la actual gestión libertaria y los noventa neoliberales de la pizza y el champagne.
La serie es una linda serie. Winograd sabe contar historias, es una ficción basada en hechos reales. Bucea en la superficie de los hechos, no es un documental. Pretende entretener. Una pintura de época poco exhaustiva, pero eficaz. Muestra parte de ese animal político que fue, magnético con la gente pero a la vez dispuesto a todo por el poder, hasta traicionar a los suyos. Y para el gusto de este columnista, a la serie se le cuela la lógica de estos tiempos políticos justificando las acciones que llevaron a las privatizaciones. Un guiño más al presente. No tan evidente como en El encargado, no tan efectivo e hilarante como el que propuso también por esto días División Palermo.
¿Qué podemos decir que nos semejan con lo sucedido hace treinta años? En 1995 Menem encaraba a toda marcha la transformación del país subido a la convertibilidad. Gobernó el dólar y domó la inflación. Milei basó mucho de su discurso electoral en eso mismo y parece, en la superficie, haberlo también hecho. En 1995 Menem logró su reelección con el 50% de los votos, tras haber reformado la Constitución con el viento de cola del 1 a 1 que tapaba atentados, corrupción y negociados. Hoy Milei subido a la estabilidad, precaria, conseguida también quiere en octubre asaltar el Congreso con los diputados y senadores que coseche con un electorado fiel que supera el 30% según las encuestas a pesar del desastre que va dejando a su paso.
Hace treinta años con la convertibilidad hubo ganadores y perdedores. Una sociedad fracturada que terminó de eclosionar apenas comenzó el siglo XXI. Los ganadores que con ese dólar viajaban a Maeami. Y vuelven las similitudes: el dólar planchado le permite a los argentinos estar vacacionando como nunca en el exterior.
Y hubo perdedores. En los medios de la época, una época analógica en la que reinaba el diario papel, dinosaurio hoy del ecosistema periodístico, se podía leer que en La Pampa se llegaba a un desempleo récord del 20%. Había recesión y cierre de empresas. Los productores agropecuarios (no todos) quedaban presos de las deudas, al borde del remate, y sin rentabilidad. El ajuste lo asumían las provincias. Hubo ajuste educativo en La Pampa con la aplicación de la Ley Federal: cierre de salas de jardines, escuela hogares, secundarios y cortes de comisiones de servicios. Los despedidos de las empresas privatizadas nacionales y de las industrias que cerraban, pensar el industricidio de General Pico, podían ponerse un remís o un kiosco, en el mejor de los casos.
Ajuste, salarios planchados, privatización: la plata no alcanzaba para todos, como ahora en tiempos mileístas. Pero Menem ganaba con el voto de la cuota de la licuadora. “Alfonsín está en el bronce, Menem está en el inconsciente, en el clóset nacional, en la empleada de la perfumería que cuando lo metieron preso dijo: ‘digan lo que digan, yo con Menem me compré un departamento’. Y dicho así, en voz baja, para que no escuche el vecino despedido de Somisa o el obrero metalúrgico que terminó remisero”, escribe Martín Rodríguez, que se lo puede seguir en su cuenta @tintalimon.
En La Pampa, el gobernador Rubén Marín también lograba la reelección con el 54%. Marín acompañó políticamente a Menem (en La Pampa en 2003, el Turco fue el más votado) y a su visión transformadora. Aunque defendiendo la plata de la Provincia: se negó a privatizar las cajas previsionales y transformó el Banco de La Pampa en una entidad moderna.
Pero a diferencia de Milei, el mago del déficit cero construido en base a quedarse con los recursos de las Provincias, Menem era peronista. Ajustó y privatizó, pero en el orden político que construyó estaba presente la gestión. Si las provincias hacían los deberes (apoyo al ajuste) llegaban fondos y obras públicas. En 1995 en La Pampa se licitaban kilómetros de rutas y se ponía en marcha el ambicioso Plan 5.000 viviendas.
Una buena parte del peronismo no quiere hablar mucho de Menem, prefiere tenerlo escondido, porque es una figura incómoda. Demasiadas cosas vergonzantes se le conocieron durante su larga gestión. Tampoco quieren reconocerlo aquellos antiperonistas ya grandes que lo votaban sin descaro porque “la vivieron” con el Turco.
Diferencias y similitudes entre dos tiempos con políticas económicas tan parecidas. Uno de esos proyectos, el de la convertibilidad, terminó estrellándose en 2001, cuando Menem ya no era presidente pero había dejado el tendal. El otro, hay que ver cómo le va.