La implementación de la Boleta Única de Papel (BUP) proyecta una transformación importante en la forma de votar y hacer campaña en La Pampa, al menos para las elecciones nacionales: el tradicional “aparato” territorial perderá parte de su peso porque, entre otros puntos, desaparecerá la necesidad de repartir boletas casa por casa y de movilizar una multitud de fiscales durante la jornada electoral. Con la BUP se termina la multiplicidad de papeletas en el cuarto oscuro y, según sus promotores, se acotarán prácticas como el “voto cadena” (aunque en la provincia en los últimos años no hubo denuncias de su uso) o la sustracción o falta de boletas (una tradición en cada votación). También se dice que ataca a maniobras clientelares que asociaban la entrega de las boletas a bienes como colchones o electrodomésticos, pero la compra de voluntades se puede hacer de otra manera. Igualmente, la movilización estará presente: por un lado, la implementación de la BUP supondrá una tarea pedagógica para informar cómo se votará y por otro, el día de la elección, seguramente para el traslado de votantes a las escuelas.
Por ahora, en la provincia convivirán ambos sistemas: la boleta única para cargos nacionales y la boleta partidaria para los comicios municipales y provinciales. Pese a proyectos presentados por la oposición, desde el peronismo pampeano afirman que por el momento no modificarán el mecanismo aplicado en las elecciones locales.
El cambio operativo es notable: en el nuevo esquema será el Estado el encargado de confeccionar la papeleta oficial, donde cada fuerza tendrá el mismo espacio y los candidatos aparecerán en condiciones de igualdad. Además, las autoridades electorales imprimirán y exhibirán afiches con las listas completas en los centros de votación, lo que elimina la dependencia de los partidos respecto de su capacidad logística para producir y distribuir boletas.
Esa logística solía ser enorme. Hasta ahora, las agrupaciones mayores imprimían múltiples padrones y desplegaban una estructura territorial para reponer y custodiar papeletas. Por ejemplo, en las últimas elecciones provinciales, el peronismo y la alianza de Cambiemos debió movilizar, cada uno, alrededor de mil fiscales para garantizar la presencia de sus boletas en los locales de votación. Con la BUP, esa logística se reduce drásticamente.
La norma prevé, además, que en aquellas provincias que adopten la BUP en sus elecciones locales, y que habiliten la simultaneidad de comicios, se utilicen urnas y papeletas separadas para cada categoría. Con este diseño, la reforma busca reducir la incidencia del aparato electoral tradicional y de las prácticas clientelares.
El nuevo escenario obligará a los partidos a apoyarse más en la comunicación con los votantes y menos en la logística de control territorial el día de la elección.
Este cambio también modificará alineamientos internos: se descuenta que, por la fuerza gravitante de la BUP, el desdoblamiento será una norma y que las listas ya no estarán “enganchadas” a las candidaturas presidenciales o de gobernadores, lo que podría alterar las lealtades partidarias.
Quienes critican la boleta única advierten riesgos concretos: en distritos con gran cantidad de postulantes no siempre figurarán todos los nombres en la papeleta, lo que, según ellos, socava la transparencia; además, el tamaño y la complejidad de una boleta única podrían confundir a algunos votantes y elevar la cifra de votos en blanco o nulos. Añaden también que el sistema podría favorecer la personalización de la política por sobre la disciplina partidaria, debilitar la solidaridad entre candidatos de una misma fuerza y, en última instancia, promover una mayor fragmentación en el Congreso que complique la gobernabilidad.